DIARIO DE CADIZ

LAS HORAS TENDIDAS


Verano y localismos

 

El verano llama a los forasteros como una sirena en tanga, el verano llama a los localismos como un ama gorda. El localismo, que es la verdadera religión del cateto, se desmadra en verano con una calentura de consanguinidad y gentío. Por eso les da por exhibir los cocidos y los vinos, por sacar a las Vírgenes a revolcarse en gente, a que hagan el trabajo de campo de la divinidad. Hay que arder en patronas, en fiestas, en mantillas, en niñas de blanco, en tontos con varita, hay que darles discursos a los piloneros, a los adoradores de crepúsculos y plazoletas. Así, por la Virgen de agosto, la que toque en cada sitio, la que se encontró debajo de un pino o cayó del cielo sin que nadie la viera, bullen los barrios y las verbenas, el pueblo se siente seguro en sus agarraderas de pueblo y hace un yihad de una turba comiendo mantecados.

Cada pueblo tiene su localcatolicismo veraniego, y en Sanlúcar, por ejemplo, es un potaje hecho con la Virgen de la Caridad, la manzanilla y los efluvios podridos del Guadalquivir, esa Trinidad en la que nos adoctrina bobamente Telesanlúcar, televisión cutre y beatona hecha por vendedores de lavadoras y dependientas de mercería. El localismo, como la religión, se alimenta de la falacia de la Esencia, a la que se le pone la uniformidad de un santo y una bandera para hacerla comprensible y táctil (el pueblo siempre se queda en el fetiche, en algo que pueda morder, en el oro basto de un candelabro o una medalla). Pueblo, ciudad, unidad, Dios, espíritus que la gente adora en una alfombra de sal, en un plato de chocos al fresquito, en una fiesta de Exaltación al Guadalquivir para las hijas feas de los comerciantes.

El verano ahoga el ancho mundo para que quepa en el local de la asociación de vecinos, apaga toda la cultura humana en la cal de una parroquia, nos saca un ojo para que no se vea nada más que el recuadro de una playa y un dios. Sólo quedamos fuera los pérfidos librepensadores. Pero nosotros, los que odiamos el etnocentrismo, tenemos mucho más aire para respirar.


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