Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

15 de abril de 2004

No es religión

Fallaci con sus malos pelos, los pelos que deja una guerra, pues ya es como la Magnani del periodismo; los imanes subidos a sus minaretes, que quizá son los misiles de los pobres; los terroristas que venden collares de dinamita; Bush que hace geopolítica en la bolera como El Nota de los hermanos Coen; Zapatero con dos medias lunas en las cejas. A todos les preceden los discursos. Hay una guerra que se hace por debajo encendiendo la mecha y otra que se hace por arriba discurriendo lo que es Oriente y Occidente y por qué los dioses se tiran de la barba. Algunos está dividiendo el mundo en dos mitades, y eso es un poco como dividirlo entre Almodóvar y Mel Gibson, que parece que mucha gente anda ahora en eso.

Nos equivocamos si pensamos en esta guerra como una guerra de religiones, cruce de ballestas y cimitarras. La religión es sólo un libro con doble fondo, que según lo lean unos hombres u otros puede pedir paz o toda la sangre del cuenco del mundo. El Corán no es más perverso que la Biblia. Si una parte del Islam quiere comernos ahora es porque ellos siguen en la Edad Media y al cristianismo, sin embargo, lo fue pacificando desde entonces una larga tropa de librepensadores hasta dejarlo en un negocio de vidrieras. Sin éstos, el cristianismo seguiría hoy con la hoguera, complaciéndose en lo bien que arde el pecado. La Biblia tenía entonces los mismos evangelios, la misma serpiente con manzana y la misma zarza con retruécanos. Pero he aquí que a todos les parecía que pedía espada, carne de hereje y esa belleza un poco sáfica que tienen los ejércitos de arcángeles degollando impíos. Justo como anda ahora buena parte del Islam. El problema no es una religión u otra, que todas pusieron a su dios al mando de las legiones, sino cómo termina asentándose en la sociedad, si cede ante un Estado donde los dioses son opinables o erige una tribu con chamán.

El Islam podría estar tan lejos del actual integrismo asesino como el Concilio Vaticano II de la Inquisición. ¿Por qué no ha sido así? Hay muchas causas, pero entre ellas no hay que despreciar la propia culpa de Occidente, si se puede hablar de Occidente como una tertulia de cuatro. Casi todos los males que ahora nos afligen provienen de dos grandes errores: primero, el colonialismo y lo que dejó; luego, el orden de posguerra, la política de bloques, su monopoli estratégico. Al integrismo se le ha subvencionado (recuerden a Bin Laden y a los talibanes pagados por USA para combatir a los rusos); a Arabia Saudita y su teocracia de oro, invernáculo del wahabismo, se le han reído todas las gracias porque ellos, como Freia, cultivan las manzanas que comen los dioses: el petróleo; el conflicto palestino no se ha resuelto porque tanto al nefasto Arafat como a Israel se les ha consentido demasiado... Todo esto y más. Ahora ya es tarde, pero aún siguen algunos creyendo que los bombarderos lo pueden arreglar. Esta nueva guerra no la ganarán los generales ni los cowboys, estén seguros. Frente a la invasión islámica de la que nos advertía Fallaci (en Andalucía hay quien teme mucho esto), debemos reafirmar el laicismo, no expulsar a los vendedores de alfombras, que eso no arregla nada. Frente al terrorismo, lucha policial y servicios de inteligencia. Frente al integrismo, una política exterior menos cínica y más sensata, y apoyo a los sectores aperturistas de los países musulmanes. No, no es la religión, aunque a muchos esto les decepcione: eso daba tantos romanceros y héroes...

[artículos] [e-mail]