Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

3 de junio de 2004

Bono / Chaves

Bono no es un ministro, sino que ya es todo un papado, y por eso se condecora a sí mismo y hace encíclicas a la Patria muy arrebujado de Vírgenes con fajín, coroneles con cirios, monjas con dulce y un páter que fuma picadura durante el ángelus. Siempre he desconfiado de esas personas que hablan como los curas, con acento de gregoriano o de confesionario, y a Bono le pasa a eso, es un curita medio socialistón o un socialistón pasado por la capilla del cuartel y por las ánimas del Purgatorio. Los militares siempre han estado muy contentos con los curas guerreros y con los Cristos legionarios, porque les dejan pegar cañonazos y hacer fusilamientos sin perder el Cielo, y hasta Zapatero ha tenido que colocar en Defensa a un personaje que le rece a los santos con pistola, que son los de la gente, los de las estatuas con moro o con dragón, los que hacen Patria por esos panteones del Reino que parecen fuentes con tumba. Los colegas humoristas gráficos están encantados con el nuevo ministro castizo, cuartelero, tintorrero y pilonero, socialista con casulla, patriota sentimental y un poco sacristanejo del Gobierno. Bono es rancio como una matanza en el pueblo, es berlanguiano como un marquesote con escopeta, es de lo menos ZP que tiene Zapatero, que como tuvo que improvisar Gobierno echó mano hasta de los que le clavaban astillitas por los congresos y le querían envenenar al gato con el que parece ir siempre, ese gato que le presta los ojos, los aires y la blandura. Zapatero le ganó a Bono por un pelo y medio cuando elegían paladín contra la derechona bajita que llevaba España. Por eso quizá Bono parece un infiltrado o lo es, pues todavía forma parte de la facción grasosa del PSOE, engordada en el poder autonómico, ese triunvirato de garañones que son él más Chaves más Ibarra. En esa distancia que hay entre el político que lleva mandando desde que nacieron las montañas y el que quiere cambiar el mundo con poemas está toda la diferencia y la espada que todavía rompe dolorosamente al PSOE.

Bono le hace a Chaves homenajes, cenas, halagos, surtidores de sirope, y en esos abrazos viriles está la hermandad de viejos caballos de otra cosa, de otro siglo, y a lo mejor hasta de otro partido. Chaves es también de lo menos ZP que tiene Zapatero, ese Zapatero que no sabemos si nos va ilusionando o decepcionando porque hasta Andalucía sólo llega su sonrisa flotando de gato de Cheshire. Chaves es eternal, ferruginoso y hueco, como sus campanas. Lo que ha construido aquí es un auténtico régimen de funcionarios y conseguidores. La Junta llena todo el espacio de la Autonomía como un gran puño o tubérculo; el aparato del PSOE maneja desde el poder económico a los tenderetes culturales, tiene nidos en todos los conciliábulos y en todas las zambras. Mientras, a Andalucía se le daba a elegir entre esa política de dejar que vaya rodando la nada y una derecha arrodillada ante el Imperio y el Opus. Dije una vez que la prueba para Zapatero iba a estar en Andalucía, y ya vamos viendo que aquí la cerca está bien cerrada y Chaves sigue a su pastoreo de nubes, Zarrías a su lista de bocas que cerrar o gratificar y Camacho a su televisión de basura, chorizo del pueblo y propaganda. Bono y Chaves son lo menos ZP que tiene Zapatero, uno en su capilla y el otro en su cortijo. Dicen que los jóvenes ZP ya se van colocando por las provincias, detrás de las cortinas. Pero lo que se tienen que quitar de encima es como un mulo muerto y aquí enseguida te quitan las ganas de empujar y de pelear contra los hedores.

 

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