Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

  20 de agosto de 2004

Números

Que no nos engañe la estadística, que es la forma que tienen los matemáticos de hacer pizzas. Que no nos engañe La Caixa, que es alfil de la pela. Que no nos engañe lo que vemos, que es la mente la que lo dibuja todo, lo sabemos por Berkeley y por Matrix. Confíen en nuestros prebostes autonómicos, esos gondoleros que nos pasean entre maravillas. Andalucía vertiginosa, proal, moderna y bien cableada, voluptuosa en sus cojines y morerías, en sus morenas con ojazos, en la miel de sus campos, en sus guitarras como cántaros que flotan y en su monedero que cruje con antigüedad y eficacia. No sean escépticos, admiren los anuncios de la Junta que nos presentan una Andalucía como un Cielo de los testigos de Jehová, lleno de vides y corros. Los papeles son hojarasca, las cuentas las hacen unos elfos malévolos y hay una conspiración de norteños, linotipistas, fachas y castellets para enmierdarnos nuestro paraíso. Descarten la duda, abracen la fe. O mejor, salven su inteligencia con ironía, o salven su perplejidad con desprecio.

El informe de La Caixa, ese diccionario que nos cae en la cabeza anualmente, destapa las vergüenzas andaluzas con prosa de notario y da la temperatura justa de nuestras miserias, que en papel quedan como si doña Elvira leyera el catálogo que le llevaba Leporello a Don Giovanni. A Andalucía sólo le salen de las calculadoras hormiguitas y canta sus cifras como un orfeón de resfriados. Nuevos informes, nuevos sonrojos. El pueblo más pobre, Barbate, que se come vivos a sus atunes mientras los narcos se compran motos de agua. Y en el campeonato del analfabetismo, medallas para el mío, Sanlúcar, que ahora hace carreritas de caballos para los pijos como agasajando la incultura con un cóctel. No me gusta sacar números en los artículos porque es como ponerle patitas a los conceptos, y uno prefiere que los conceptos queden como serpientes vivas. Pero vamos a hacer una excepción. Les invito a que vayan ustedes a la web del anuario de La Caixa, a que hagan su ruleta como yo con los datos y vean cuántas veces nos sale el pito doble. Unos ejemplos. Índice de nivel económico: 4 para Andalucía, 8 ó 9 para el País Vasco y otros asimétricos históricos. Sólo Extremadura, con 3, nos salva del farolillo rojo. Porcentaje de paro: 23'2 en Andalucía frente al 14'1 de España y el 9'2 de Navarra. Analfabetos: 4'4% en Andalucía, cuando el porcentaje para todo el país es 2'6 y en Cantabria el 0'8. Sólo nos gana otra vez Extremadura, con 4'8%, más las singularidades que son Ceuta y Melilla, que llegan al 7 y al 8%. Índice de nivel cultural: un 4 para nosotros y un 10 para Navarra. Nos ganan en vergüenza Extremadura con 3 y el vergel de Bono, Castilla-La Mancha, con 2. ¿Y qué pasa con la Segunda Modernización y el imperio del chip? Pues que sólo el 15'2 % de los hogares andaluces tiene acceso a Internet, mientras en el País Vasco es el 28'3%. Poco material para estar orgullosos y ninguno para creernos punta de nada.

Las noticias sobre los informes de La Caixa son como las noticias sobre las bombonas que explotan, vienen de vez en cuando a desbarajustarnos la tranquilidad del verano y la azotea, esa tranquilidad en la que viven nuestros orondos políticos, meciéndolos entre desidia y barquichuelas como el tío del bombón helado. Los números nos degüellan el poemario oficial, pero aquí sacan a la reina de la fiestas y a la Virgen del lugar, que a lo mejor son la misma, y agosto pide bulerías y tortillitas. A ver qué saben de nosotros esos catalanes malages...

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