Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

  30 de septiembre de 2004

Levantaos

Cuando la política no la hacen ni los políticos ni los ciudadanos, la tienen que hacer los espadachines. Los políticos están a su negocio, a sus emboscadas y a sus sombreros regionales, la ciudadanía está con la Champions y la lata de gasolina, y son unos espadachines los que se tienen que subir a la mesa. En la Florencia de finales del XVI una camerata buscaba la primera ópera y le salían mascaradas; ahora, una camerata de espadachines, con florete y clavicordio, se sienta a reinventar la política andaluza y no sabemos lo que les saldrá, un nuevo partido o un concierto grosso. Malos tiempos son siempre los que necesitan héroes. Con sus viejos políticos y profesores, con su D'Artagnan enamorado, con sus sonetos a Andalucía, que es su dama dormida, la plataforma 'Andaluces, levantaos' ,es todo un ateneo en armas que cabrea al cardenalón que es Chaves. Una tarea de los políticos andaluces ha sido adormecer a la sociedad civil hasta negar su existencia o reducirla a la pescadería de los votos, que a ellos les parece que son tapabocas. Una vez que ven el Parlamento dividido como una azotea, creen que sólo a ellos les corresponde hablar, eso que llaman “la legitimidad de las urnas” demostrando que no tienen ni idea de lo que debe ser una democracia, cosa grave en un político. Pero de la sociedad civil puede salir un héroe wagneriano o todo un coro de ellos, y sin que necesite ninguna cédula firmada por Zarrías.

Los cuatro espadachines o violistas que han comenzado esto estaban con sus libros y con sus conferencias, en esa edad política en la que todo parece ya haber ocurrido en fotos, cuando el rumbo de Andalucía, que se mueve hoy entre una nana de olas eternas y las palmas al saqueo de las huestes periféricas, los ha unido en un comando. Son muy diferentes Escuredo, Rojas-Marcos, Clavero y el D'Artagnan Pimentel, lo que nos habla de la emergencia de su convocatoria. Diferentes en ideología y en cadencia, en movimiento y en historia. Escuredo va siendo ya más poeta que político, pero su izquierdismo cabal y elegante sigue los mejores modelos de la socialdemocracia europea. Clavero, que devino en héroe rebelándose contra la UCD que no quería café para todos, tiene ese aire de vivir ya entre tomazos de los clásicos y es como el profesor que lleva el diccionario para leérselo a los demás. Pimentel, también desertor glorioso, es el centro bien planchado y la niña inquieta de la política andaluza que viene de su no muy afortunado antipartido como de un mal casamiento. Rojas-Marcos es el que menos confianza me inspira, pues ha presidido mucho tiempo y ha sido la cabeza de mármol de un PA que se subastaba repetidamente y que ha terminado desharrapando al andalucismo hasta hacer que lo tomen por puta. Pero razones no les faltan, no, a esta camerata con tenores y jubilados, con mosqueteros y sabios, pues Andalucía se muere de indolencia y la siesta dura ya muchas vueltas ciclistas.

Chaves ha pasado por el ninguneo a esta plataforma, por el boicot mediante sus enlaces económicos y últimamente ha llegado a insinuarse a Escuredo y a Clavero, por quitarles un par de alfiles. Ha reconocido su peligro. El problema de la política andaluza es que faltan alternativas entre el régimen psoísta y la derecha de señoritos que anda ahora flagelándose. No sabemos si la plataforma terminará en partido. Al pueblo le gustan los espadachines, pero a veces también tiene que salir él mismo a acuchillar un caballo o un mameluco. A ver si un día nos damos cuenta y nos levantamos.

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