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Los
días persiguiéndose |
25 de noviembre de 2004 Ramadán El libro sobre el Ramadán, el libro plateado que ha costado mucho dinero o que lucha contra la intolerancia, que es tontería o todo el color del multiculturalismo. Como yo no tengo ningún libro que me explique, no sé si ese libro explicará a alguien. Pero ese libro, como tantos, no es más que otro intento de meter a cada hombre en su cajita. Las religiones se nos presentan como los diferentes cántaros que dividen al mundo y chocan y se derraman y sabe cada uno diferente. Los que no tenemos religión sólo vemos cruzarse varias fuentes muy antiguas sin entender nada. Pero es que se trata de la cultura, nuestra cultura, a la que se acerca otra que se afeita menos o mata más, nos dicen, igual que después suelen decirme que soy cristiano sin saberlo porque en mi plaza han puesto un Belén viviente. Es un ejercicio como de estranguladores querer convencernos de que nuestra cultura es una religión u otra, y que todo se ha ido construyendo a su alrededor como después de un castillo. La raíces cristianas de Occidente, ya saben, pero la primera raíz de Occidente es Grecia, que mientras nos fundamentaba en todo tenía poca Semana Santa y pocas catedrales. Tampoco el derecho romano nos lo ha dado el cristianismo. Y la Misa en si menor de Bach no es sublime por ser misa (una misa católica compuesta por un protestante, desde luego), sino porque es arte. Quieren reducir al ser humano a la manera que tiene o tuvo de arrodillarse, pero somos bastante más que eso. Yo no conozco a católicos, a ateos o a musulmanes, conozco a buena o mala gente, a ambiciosos o a desinteresados, a necios o a inteligentes. La religión me da poca información sobre un hombre, como si me dijeran el color del pelo. El libro sobre el Ramadán, esa cosa extranjera y rara, casi enfrentado a nuestra Navidad que nos llega con polémicas sobre los villancicos en los colegios. Confundir la cultura con los anuncios de la lotería, esa es otra. La Navidad no es más que nuestra niñez, y por eso nos gusta o nos deprime según el recuerdo de la bicicleta que tuvimos o no. No es eso más cultura que la melancolía. No es eso civilización, sino el color del cinematógrafo de la infancia. Somos mucho más que la religión que nos pone el mapa, que eso es dejarnos en el nombre de las calles. Somos más que cristianos o ateos o musulmanes. Somos hombres. Mientras no tengamos esto claro, seguiremos matándonos por poco más que nostalgias. A lo mejor es lo que quieren, tanto hijo de la cultura cristiana o de las otras. Que nos matemos y que el que quede ponga a su Dios para todo el ancho del mundo. |