Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

18 de noviembre de 2005

La manifa

Las manifestaciones ocupan un día todo el ancho de las calles, como cuando llegaban los circos con falsos italianos y sirenas, y luego dejan mucho trabajo para los barrenderos y los analistas. La LOE ha sacado por las dos aceras de España a sus descontentos, que van desde los estudiantes de pelo de pincho que vimos primero a la procesión de Domingo de Ramos que llenó después la capital como si echaran o dieran la bienvenida a un rey, que es cuando el Madrid histórico y callejero se anima más. Mientras todavía andan cuadrando los números y las intenciones del gentío, habrá que concluir que esa ley sólo gusta a los que la hicieron, pero a los demás les parece corta, larga, coja o bizca, con lo que en vez de una ley quizá lo que tenemos es una solterona. Yo no suelo ir a las manifestaciones, como a ciertos clubs, por la gente rarita que uno se encuentra. A veces siento que podría compartir alguno de los eslóganes o un trozo de pancarta, pero te puede tocar al lado alguien con la camiseta de Fidel Castro o una monjita con cristo fluorescente, que enseguida te hacen sentir extraño o con ropa inadecuada. En la del otro día, los padres mosqueados con la flojera de la educación se mezclaban con los curas de hisopazo y las monjas de bizcocho, y daban un popurrí con algunas razones, algunas mentiras y algunas ranciedumbres. A mí no me sale una suma con todo esto o me sale un quebrado muy complicado. Pero siempre hay quien cobra estas cosas al peso y piensa que la multitud desde lejos tiene forma y homogeneidad de península.

Esta ley no termina de gustarme porque sigue colgada del muelle de la Logse como un mapa viejo. No se puede enseñar echando mano de la abeja Maya ni sustituyendo el estudio, el esfuerzo, el mérito, por un ambiente de hamburguesería, que eso no es educación en democracia ni igualdad, sino el corro de la patata del que salen de vez en cuando un niño sin abecedario y otro con navajita. Miren los casos de acoso escolar en Andalucía, mientras doña Cándida sigue apareciendo ante los medios hablando como aquella Fresita de Gran Hermano. Tampoco me gusta que las autonomías puedan quitar a Cartago para poner la historia en cereales de la provincia. Los demás fantasmas convocados a la manifestación, sin embargo, ya me parecen directamente mentiras o sacristanería. Lo de que los padres no puedan elegir el centro, yo no lo veo. Ni entiendo el problema de la asignatura de Religión, que hacía persignarse a tanta gente de bien. No sabemos si la Iglesia quiere volver a los curas jugando al fútbol con los chavales y llevando a toda la fila a la capilla el mes de mayo, si les parece que la asignatura debe dar más miedo, un miedo veterotestamentario, o acaso se les ha olvidado cambiar de siglo el reloj, o qué. Uno querría una escuela pública laica, pues no cree que sea misión del Estado el adoctrinamiento religioso, pero el caso es que la asignatura de Religión, que aquí no ha sido sino catecismo, se seguirá impartiendo a quien lo desee, sin que ese derecho de unos traiga obligaciones para otros. Y no se evaluará porque estar con las eucaristías al día y los pecados lavados, tener que ser buen católico para poder elegir carrera, eso es una pillería para coger clientela. La manifa del otro día, en fin, tendría que haberse dividido en varias para ver de qué iba vestido cada uno. Claro que en todas hubiera estado el PP, que puede que sea ésa la suma que no me salía antes.

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