El Mundo Andalucía

Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

31 de mayo de 2007

Ganador y perdedor

A lo mejor un presidente sólo es un alcalde subido a una farola. En un país vecindón como el nuestro, estas primarias con cucaña han convertido a los políticos en las cigüeñas de la temporada o en las águilas con las que los dioses decidían las batallas. Los agoreros, los pesistas y los zahoríes escudriñan los votos y los carros de las estrellas para acertar lo que pensará España cuando se juegue el cuello en vez de los maceteros, pero la adivinación, desde Babilonia a la bruja Lola, es el arte de mezclar la ambigüedad con la adulación y con la proyección de los deseos en sus pozos. No buscan vislumbrar el futuro, ni con la magia de las parteras ni con las extrapolaciones matemáticas, sino crear la profecía autocumplida, que si sirvió para coronar mesías, también es posible que sirva para asaltar la Moncloa, ese lugar maldito donde todos acaban ciegos y felones. Mejor no entrar en las cuevas del porvenir. Unas municipales pueden echar a un Borbón asustando a sus caballos, como pasó con aquella República adornada de hojas de acanto, aunque lo normal es que sólo sean un relevo de secretarios y tapiceros. Los ganadores y los perdedores cambian según la escala y yo no acabo de ver mudanzas en los palacios ni revoluciones en las plazas, por más que se empeñen algunos trepando los primeros a los balcones y a los palomares.

El PP acumula votos y el PSOE acumula “poder local”, que sólo significa que cada uno cuenta sus monedas como siempre. En Andalucía, el PP gana en las capitales porque quizá son mejores jardineros y el PSOE mantiene a los pueblos entre la sed y la sombra antiguas de su patronazgo. No me ha gustado ni que unos hicieran campaña con los argumentos del taxista ni que otros arrastraran hasta las ciudades los muebles institucionales de la Autonomía, el chantaje de las inversiones públicas, las baratijas que la Junta nos enseñaba como a indios. Pero estas tácticas han acabado en lo mismo, en eso que llaman la “foto fija” de Andalucía, o sea un PSOE que tiene más que suficiente y un PP que sueña con llegar sin llegar nunca, pero se ve urbano, capitalino y hasta ilustrado, como si sólo perdiera por el voto que le niegan las gallinas y los borriquillos. Este orgullo lo acompaña además el PP de la soledad del incomprendido y por eso critica los pactos y arietes que forman ahora contra ellos. Esta democracia es cierto que lo sería más sin jugarla después en las mesas, pero ni siquiera ellos, cuando gobernaron el país, cambiaron una ley electoral que proporciona alegrías y quebrantos por turnos y que ha molestado y servido a ambos según las ocasiones. Personalmente, creo que Arenas se equivoca siguiendo la estrategia nacional del partido, esas trompetas del apocalipsis en la oreja y ese zafarrancho de salvar España llamándonos como monjas a clase. Quizá venga de ahí su soledad. Esa estrategia tiene un público muy limitado aquí y muchos de los que están hartos de la modorra playera socialista se espantan al ver que el PP no deja de sacar al mismo Cid remuerto. Ganadores hay para cada foro y cada salita. Perdedores, quizá sólo el PA, que huele a sus flores pisadas. Han desfondado toda la esperanza andalucista, primero con personalismos, luego con lacayismos y finalmente con maximalismos sentimentales, que son ya demasiados ismos. No han sabido articular su alternativa a las dos Andalucías y eso es una pena. Aparte esto, la gran pelea por el país ha dejado a los espadachines en la misma postura. Yo no creo que los presidentes salgan de las farolas más altas. El águila de Zeus no se dejaba ver hasta que los guerreros se mojaban con tierra las manos, el día marcado para la gloria o la muerte.



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