El Mundo Andalucía

Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

11 de julio de 2007

Lectura de ministros


Un poeta en un ministerio puede morirse de tristeza o, por el contrario, aprovechar la inspiración cementerial, gótica, del funcionariado, un poco como hizo aquel Bernardo Soares de Pessoa. De todas formas, un ministerio puede estropear a un poeta o el poeta puede estropear el ministerio, apenas se equivoque de gafas o tenga un día canalla como tienen los poetas cuando se les pican el vino o los amores. Quizá los ministerios no son su propio oficio, sino otra cosa. Los manzanos no saben botánica, ni falta que les hace, como dijo más o menos Ortega, y el poeta no tiene por qué saber de presupuestos y de contentar a los actores cuando hacen campamentos. No lo digo por César Antonio Molina, que es un poeta con el cabello de mármol de los poetas pero entrenado en el trato con las administraciones, los políticos y sus astucias como un maestro de capilla. Lo digo en general por los ministros que vienen de su profesión, y que no sé si llegarán el primer día al despacho con el martillo, el folio perfumado para el soneto, la jeringa espumosa o lo que usaran. Ésta es una manera de leer los cambios en el Gobierno, o sea, un par de movimientos políticos y otro par de ministerios dirigidos por obreros del tema, que puede que piense Zapatero que, aunque no salgan buenos gestores, al menos llenan la bancada azul de diplomas y hasta de cierto apoliticismo descontaminante que yo no me creo pero quizá otros sí. Está pues, la lectura del giro técnico, pero también la del acento ideológico. Si el tabaco y el alcohol son de derechas como lo demuestran la hermandad del puro y el coñá con la barriga del patrón, las células madre y la cultura del que la hace (no del que se la come) son de izquierdas. Igual que Ana Botella (cuentan) obligó a los ministros de Aznar a casarse para dejar un Gobierno listo para comulgar, Zapatero pone a quien no confunde a las células con querubines y devuelve la cultura a sus letraheridos con quinqué, cosas tan de izquierda como de derecha son las bodas escurialenses con orfeones de obispos.

Aún podemos leer a los nuevos ministros de otra forma. El cambio por el cambio asegura que la legislatura llegará hasta los Idus de marzo y que hay convicción de enganchar otros cuatro años. Una cultura con caligrafía cervantina, una investigación bien hervida, una vivienda que nos buscará directamente la estudiante que está en la edad y en la necesidad, que eso parece Carme Chacón, suenan ya a promesa electoral. Y sin embargo, la lectura que a uno le ha resultado más curiosa ha sido la del peso, el peso de Andalucía que dicen que ha perdido el gabinete aun con lo poco que pesaba Carmen Calvo, apenas lo que la mariposa que aparentaba. Andalucía pierde peso, no se habló de ella en el debate sobre el estado de la Nación, va desinflándose en la Moncloa, Zapatero sorprende quitándole a Chaves una hija mientras está en China con garrafas de aceite y orinales para la siesta... Pues qué quieren que les diga, quizá esto no sea del todo malo. Algún socialista me ha confesado que si Zapatero ha llegado a capitanear el PSOE ha sido precisamente por pactar no tocar nada en Andalucía, cosa que ya se notaba. Si la Andalucía de Chaves pierde peso en el Gobierno, puede significar que ha llegado la hora freudiana de matar al padre y que Zapatero ha cogido la escopeta de los dinosaurios, como hizo ya con Bono. Los andaluces como yo, que estamos desencantados tanto con este sociatismo camastrón como con la derecha que no termina de dejar su levita, quizá tengamos una primera esperanza: la jubilación del chavismo. Luego, ya se verá si llega aquí el mismo zapaterismo margarito o una socialdemocracia moderna y sin tontadas. Claro que sólo es mi lectura. Quizá sea demasiado sacar todo esto a partir de tener un poeta en un ministerio.



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