El Mundo Andalucía

Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

19 de julio de 2007

La pinza


Ha quedado como un movimiento naval y una alianza griega, pero hasta Anguita, épico y antiguo como su perfil de ánfora, ha negado siempre que existiera, ni en Madrid ni en Andalucía. Fue el PSOE el que nominó aquella época como “la pinza”, que quizá era una manera de oponer a su gloria la traición cutre de unas costureras mal avenidas pero ambiciosas. Sin embargo, hay quien asegura que la auténtica pinza la inventaron y la ejercieron los socialistas mismos, antes que nadie, contra la UCD. El caso es que ni Anguita terminó aceptando aquella moción de censura que le propuso Aznar durante un café, cuando al felipismo le rebosaban sus orinales, ni tampoco en Andalucía se llegó a tumbar a la Junta haciendo lo propio, algo que parece que debería haber sido inevitable de existir verdaderamente esa entente. Más lógico y sencillo resulta pensar que el PSOE se imaginaba materializado en un pánzer o en un cangrejo gigante lo que sólo era una oposición haciendo oposición. Entonces, Izquierda Unida no se vendía por “pactos de progreso” a aquel PSOE decadente y corrupto. Se puede argumentar que el felipismo de la época no tiene nada que ver con el nuevo zapaterismo. Pero el PSOE andaluz sí es básicamente el mismo de entonces, que ya sabemos que la sonrisa de Zapatero nunca ha bajado de Despeñaperros, que le hace de diafragma. La diferencia, pues, está entre aquella Izquierda Unida peleando por su sitio, su pureza y su honradez, y ésta que oficia las misas del falso progresismo dócilmente junto al PSOE. Quizá, es verdad, tampoco teníamos planteada en esos tiempos una guerra como la que ha vuelto a levantar alcázares tras el 14-M. Puede que el asco haya cambiado de lado. Puede que IU, como tantos otros ahora, se haya encontrado en el feo dilema de elegir entre el sociatismo dormilón y los Legionarios de Cristo.

Sí, seguramente la pinza es un mito como las hazañas cazadoras de las constelaciones y lo que ocurre es que hubo una oposición de Izquierda Unida que ya no hay. Se ha dicho muchas veces que fue “la pinza” lo que hundió los votos de IU, pero uno diría que más se han hundido olvidando su lugar y sus guerreras por este lateralismo del PSOE que les convierte como en linieres, que siempre parecen tontos, lentorros y miopes. No han aprendido del gran error del PA. Por su parte, el PSOE andaluz está muy a gusto con la soledad del PP, soledad que ciertamente se han ganado con sus discursos sobre “la gente normal”, sus cruzadas y sus monaguillismos. Por eso los socialistas temen que se vuelva a activar la oposición desde varios frentes, la que acabe con la dicotomía política que tanto les interesa, la que olvide las trincheras para afrontar los problemas reales de Andalucía, cosa que se puede hacer desde la izquierda y desde la derecha sin que tengan que mediar el Diablo y sus violines en llamas. De ahí que les espante tanto ese gesto de Luis Carlos Rejón, que sin ser nada ya en IU, aún representa esa posibilidad de la crítica sin alineamiento ni sumisión. Ese “aquelarre” del que hablaba Chaves es precisamente la estampa que buscan los socialistas, la oscura noche de afilar cuernos de los demás contra ellos, que se imaginan en el sereno altar de su santidad, en sus cielos como una dulce alacena. Quizá no hubo pinza, o fue solamente esa lucidez que siempre representa desechar el maniqueísmo, torpe mentira que, como la demagogia, sólo puede convencer a los simples. Que la vuelvan a llamar así, pinza, si quieren, que nos la vendan de nuevo como la dentellada de los malos. Pero a mí me gustaría ver a la oposición haciendo oposición y a la izquierda más vieja alzándose como solía contra el poder, contra la abulia, contra la complacencia.



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