El Cínico

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24/05/99

Aznar, Yeltsin y el carisma.

La política tiene algo de carrera de vedete. Tiene que ver mucho con la imagen, las poses y los morritos que se ponen, y con saber sacar en el momento justo el muslamen de la verborrea, de las pestañas y de la sonrisa. Borrell, por ejemplo, que iba como de colegial modosito, hacía el papel de vicetiple aniñada y candorosa en la función, que eso siempre pone, hasta que, claro, lo quemaron o se quemó, para alivio de los padrinos sociatas, y se nos cortó a todos el punto. También Anguita, que tiene algo de profeta resucitado, exhibe y explota muy bien ese show suyo de báculo y sermón de la montaña, tremendo y acojonante, con esa iluminación veleidosa de la izquierda histórica, metafísica y verdadera que, entre juegos de luces y efectos especiales, queda enormemente esotérica y convenientemente apocalíptica.

A Aznar no le va la personalidad política de gurú venerado, como le puede pasar a González. A Aznar le pega una cosa menos histriónica y más pragmática, callada y funcionarial, de números y resultados de cuentas, como de tenedor de libros. No por nada, sino porque, en escena, Aznar siempre ha sido bastante soso. Claro que aquí, a base de marketing y pósters, con una promoción a lo espaisgerls, diseñándole discursos, poniéndole un atril cósmico y una virguería audiovisual a la espalda, han terminando haciéndolo un líder, aunque ante los políticos que son genéticos, viscerales, sanguíneos, el carisma de Aznar resulta como el talento de Salieri ante el de Mozart: esforzado pero mediocre.

Después sale fuera, donde no tiene curriculum, y su soserío hace que se le duerma la platea. Aznar pasa la frontera y se convierte en un españolito chiquitón y desabrido, al que siempre ponen en las esquinas de esas fotos como de orla que les hacen a los jefes de gobierno y que, desplazado, se esfuerza en las reuniones por que se le vea hablar con alguien gordo, con esa pose interesante y seriota que le gusta poner a él de cómo de estar manejando asuntos de mucha trascendencia. Luego menciona su amistad con tal o sus sesudas conversaciones con cual (como su amiguísimo Blair) y se pega el tío un bacile que no veas.

Aznar se ha creído lo que le dijo Clinton, que era todo un líder occidental, y, entre eso y las aclamaciones de su autopropaganda, se le ha subido la gloria a los bigotes. Aznar se fue a Rusia a una cumbre de amos del mundo, a hablar cara a cara con ese oso siberiano enconado, agrio y borrachín que es Yeltsin, a ponerle los puntos sobre las íes, y lo trataron como a un testigo de Jehová o a un vendedor de enciclopedias, dejándolo en la puerta a medio ganchete y con una disculpa ridícula. "Oye, mira, es que tengo unas empanadillas en el fuego..." o "perdona, es que tengo una enfermedad infecciosa, la diarrea perruna galopante, que se contagia con la mirada, tú, así que...". Vamos, que le iba a hacer eso Yeltsin a Schroeder o a Jospin. Anda, hombre.

Se le helaron los bigotes a nuestro adalid celtíbero, apañadito y como de andar por casa. En vez de encontrarse con alfombra roja y reverencias, se encontró con que le dieron una cabina y cinco duros para que hablara con Yeltsin, a ser posible esperando al horario de tarifa reducida. Aznar, claro, por no perderse ese ratito de creerse líder mundial, estuvo haciendo el paripé, interrogando y advirtiendo, jugando a mensajero de todos los poderes occidentales, magnánimos y sabios, igual que nosotros jugábamos a combois cuando chicos. Mientras, me imagino a Yeltsin cabeceando con la botella de Stolichnaya y pensando por qué demonios aguantaba semejante tortura en vez de echarse en el sofá, arropado por esa modorra espesa y apaciguante que da el alcohol.

Ay, ponemos cuatro aviones y una decauve y ya nos creemos parte de ese engranaje brutal y macropolítico de globalizaciones y potencias, ya nuestro Aznar quiere sentarse a la diestra (o a la siniestra) del Padre y que le abaniquen con el paipai y le ofrezcan a las favoritas del Sultán. Será que esta España, provinciana y pobretona en la Europa de la Agenda 2000 y minúscula en la OTAN de los guerreros americanos, es muy poquita cosa. Pero a lo mejor Aznar, con su arrolladora personalidad, consigue que cambie esto. Lo mismo la próxima vez hasta le permiten una videoconferencia.

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