LA TRAMPA DE ULISES

Luis M. Fuentes

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31/05/99

Carteles.

En Sanlúcar nos han crecido monstruos de tres y cuatro cabezas al calorcillo capullil de este zafarrancho atronador del 13-J (eso que suena a entrada secreta de Mortadelo y Filemón): farolas con caretos acartonados que cuelgan con mirada exánime y contusa, como un paisaje de empalados, algunos ya reblandecidos por el sol, con un azulado de tiempo acelerado de precampaña, ese azulado que es el sepia de los carteles electorales. Los veo al lado de los anuncios de teléfonos móviles y de El Corte Inglés, que les prestan su solidaridad vendible y funcional de mercantilismo e imbecilidad de masa consumidora. ¿Cambio de teléfono móvil o voto a éste, que me mira con cara de acné juvenil y corbata imposible? ¿Voto a este otro con pinta de bedel de colegio de curas o me voy a la Tiendas Corty a quemar la tarjeta? En los anuncios de al lado hay piernas y mujeres que sonríen, enseñando esa felicidad plastificada y acromegálica de las vallas publicitarias, y me da pena no poder votar a esa señorita tan mona que anuncia algo francés, muy fino y muy caro seguramente, algo de perfumes o rímel o braguitas, no sé. Seguro que haría un buen papel en el Ayuntamiento, que lo convertiría en una combinación de salón de belleza de la señorita Pepis y anuncio de compresa, una cosa grácil, femenina y tonta, o sea, sensual.

La política es el marketing de los feos, la verdad. Y esos caretos vulgares y catetos que empapelan Sanlúcar, al lado de tanto lacito rosa y tanto labio Martini de la publicidad de verdad, parecen aún más feos. Y yo que creía que los políticos me asqueaban porque insultaban el ideal que definió Platón en su "República" y ahora resulta que es por un repelús estético, como de ver a Piqué con encaje y puntillitas o algo parecido. Será que me estoy volviendo superficial.

El jueves por la noche salieron todos para pegar sus cartelitos, mirusté que bien, esos carteles de feos felices que son los carteles electorales. Es una ceremonia donde todos ríen mucho con la guasa de la brocha y de la cola, con esa risita torpe que pone la gente importante cuando tiene que hacer de obrero por mor de la publicidad, sin ganas y sin costumbre, ese paripé grotesco que también se ve en las primeras piedras y al plantar el ciruelo en el día del árbol. Luego, cuando ya no hay cámaras, se dedican a taparse los unos a los otros, como manda la tradición, y así hay vallas con quince capas superpuestas de carteles. Qué divertido.

Pero por detrás de la risa se asomaba la mala leche de las porfías. Lo último, que sale hasta en El Mundo (donde sólo aparece Sanlúcar por alguna operación antidroga), es casi como un rebote o un salpicón del mismísimo caso Huguet que hubiera llegado hasta este rinconcito marítimo y lolailo, no veas que categoría. Manuel Rodríguez, del PSOE, delegado de Hacienda por estos lares, ha soltado como quien no quiere la cosa las deudas que tienen pendientes los candidatos, sin mencionar nombres pero dejando bien claro qué sigla debe más y cuál debe menos. Si es que hasta en eso queremos parecernos a los señoritos de Madrisssss, que diría Burgos: nos hace ilu tener nuestras pequeñas corruptelas y raterías, aunque sólo sea una conviá en Balbino que no pagó el catorce de la lista de Fulanito. Feos y encima ratillas, lo que faltaba.

Pero no, seamos serios, que no es la cara lo que importa. Lo que pasa es que las cosas que dicen, ese marasmo de absurdos metapolíticos y estribillos, resultan todavía peores. Éste, que de chico en el colegio no aprobaba ni gimnasia, ahora dice que si Sanlúcar esto y Sanlúcar lo otro, el futuro y la prosperidad en camisón transparente. Aquel, que andaba igual, haciendo novillos, y que ahora convierte en título universitario un curso de CCC, pues tres cuartos de lo mismo: Sanlúcar grande, Sanlúcar única, con los langostinitos y las puestas de sol. Y el otro, que dejó el tricornio y los guantazos para deambular por la política como un oso de manazas gordas y gramática parda, peor. Vaya panorama.

Así que yo, asqueado de todo esto, el día 13 voy a coger una papeleta y voy a poner con rotulador bien gordo el nombre de Inma del Moral, que esa si que queda bien en un cartel. Ella sí que iba a ponernos a todos firmes con el bastón de mando. Y que se mueran los feos.

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