LA TRAMPA DE ULISES

Luis M. Fuentes

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9/08/99

Los media de Sanlúcar.

El verano siempre queda raro en el periodismo. A falta de cosas mejores, hay que llenar las páginas y los informativos con los baños de los políticos y las babitas de Felipe Juan Froilán de Dios y de las Altas Cumbres Borrascosas, o si acaso con alguna catástrofe lejana, asiática o así, que queda siempre como de broma (pero cómo pude morirse la gente en plenas vacaciones).

Por esta época se cae siempre en el pecadillo de las columnas de verano, porque es lo suyo, porque en las terracitas o en la tumbona a uno no le sale nada grave y apostólico, más bien sale una cosa playera y desenfadada, como una sangría al anochecer con niñas en tanga. Si yo estuviera en Palma, como Carmen Rigalt, lo mismo me salía una columna la mar de mona hablando de esas gafas de sol ultracósmicas que se llevan tanto ahora y que les dan a todos un aspecto como de Stevie Wonder corriendo una contrarreloj; o podría enrollarme con ese acontecer aleteante y glamuroso de regatas y politos azul marino y familias reales que hacen su real gana. Si estuviera en Cádiz, que me queda más cerca, vendrían bien unos parrafitos sobre Teófila repartiendo ceniceros cónicos por las playas como si fuera el tío del bombón helado de promoción. Pero estoy en Sanlúcar, y aquí lo que pega son las carreras de caballos y los preparativos del día de la patrona (otra cosa en Sanlúcar es pecado mortal), y eso me corta el punto, la sangría y hasta las posibles niñas en tanga. Ahora es cuando me alegro una jartá de que me coja el verano habiendo renegado de mi prensa local.

La verdad es que en Sanlúcar poca falta hacen los medios de comunicación. Aquí enseguida se entera uno de todo por el panadero o por el vecino o por el cuñado que trabaja en el ayuntamiento: que si tal familia se ha hecho una mansión estilo Dinastía en la Milla de Oro de Bonanza con el dinero del narcotráfico; que si el muñeco diabólico, tomando copas en el Samoa, ha sellado algún pacto a la griega (o a la mallorquina)... Así, lo que queda para los medios es sólo la morralla folcloriquera y la autocomplacencia en los langostinitos y las puestas de sol.

Los medios sanluqueños son virtuosos en ese barroquismo hortera del marujeo y de los lunaritos, y en esto la palma se la lleva, sin duda, TDC-Sanlúcar, empresa de distribución por cable que nos ha plantado una televisión local remendona, pueril y cómicamente piadosa, como de los Teleñecos pero en nacionalcatólica, llena de estampas de bailes regionales, procesiones, triduos y desvelos de capillitas (o capillotes). Es una tele de todo a cien dirigida por vendedores de frigoríficos y realizada por dependientes de droguería, con unos presentadores aficionadillos que hablan, siempre con mucha ese, en una prosa extraña entre la de notario y la de vocero, propinando unos tajos escalofriantes a la lengua española y diciendo mucho "anteriormente citada" y barbaridades como "ponemos punto y final" y esas cosas.

La prensa escrita no sale mucho mejor parada. En los pueblos, la prensa siempre es mínima y de subsistencia, hecha a base de seudoprofesionales, chavalitos en prácticas, anuncios de ferreterías y demasiadas visitas al Ayuntamiento. "Sanlúcar Información", semanario pobre y enfermito de Publicaciones del Sur, se salva por algunas colaboraciones pero, demasiado baboso con los que le dan de comer, se moja poco y aburre con su sosería y sus chambonadas. "Crónica de Sanlúcar", que viene de Chipiona con haches y zetas voladas o trastocadas por el camino, está incluso por debajo.

Ay, qué pena de Sanlúcar, sima mediática de este tercermundo de por aquí. Para quitarme el agobio o la decepción enciendo la radio y me encuentro al Chema, que montó una emisora con una tostadora y que habla como los personajes de Ivá o como una mala imitación de Los Morancos, pero en más burro. Que alguien me saque de este infierno. Menos mal que pronto se acaba el mundo...

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