LA BAHIA DEL MAMONEO (BAHIA DE CADIZ)

 


Justicia lingüística

 

El fallo del juzgado Contencioso Administrativo número 1 de Cádiz ha venido ahora a traer la justicia de los prefijos, la honradez de la sintaxis, a restablecer el orden en la gramática del poder, que siempre anda feamente con una hache volada en los discursos, o con un ‘que’ que sobra/falta en la frase, o con la moda urgentísima de extender las palabras con sílabas picudas, que así se creen que quedan más verdaderas y rotundas (‘rotundización’ lo llamarían ellos, seguramente).  Franquito Román quería salvarse por el resquicio mínimo de un prefijo, por el salvoconducto de erudición de una letra, por las divinas palabras de la etimología. Franquito dijo en su día, con una mezcla muy campanuda de sorpresa e indignación, que la contratación de Ortuño fue, lo más, “alegal”, poniéndole a la ‘a’ una negrita inequívoca, un acento falso de intención e inocencia. Pero ahora viene la justicia togada de maestroescuela, imperativa de diccionarios, a trocar ‘a’ por ‘i’ y a sentenciar que la cosa, en este idioma nuestro, es sencillamente ilegal, y que tras todo el barroquismo secretaril de exámenes, preselecciones y pruebas orales, lo que había era un dedo mayestático, señaladizo y amigo, el dedo de la Diputación, de Franquito, que levantaba del fango a un profesor ya estigmatizado, como un dios del compadreo.

Cuando algunas voces piden una normalización del habla andaluza, olvidando que no hay una, sino muchas, vienen los tribunales a decirnos que para conseguir la pureza del habla lo primero que hay que hacer es descabezar los prefijos inventados. A lo mejor es que nuestros prebostes llaman habla andaluza a la que se usa por San Telmo, ésa cuya peculiaridad reside en una singular imaginación para torcer una palabra como una mentira. Cuando Chaves habla de “progreso” o “agilidad y firmeza de la Junta”, es que quizá está intentando normalizar el andaluz con el deje de la sinvergonzonería. Igualmente, cuando Franquito decía lo de “alegal”, puede que sólo obedeciera a ese purismo falso, ese enroscar el lenguaje que quieren imponer sus jefes y que les sirve de media verónica ante la realidad torpe que representan. No podía resistirse él a consolidar su autoridad de bajito poniendo un palabro contrahecho en ése su andaluz apócrifo. Menos mal que ha venido la justicia a marcar el solecismo y la cara dura, a traducirnos ese “alegal” que sonaba tan benigno en una concreta, cercanísima e ilegal “designación a dedo”, quitándole cáscaras a la palabra hasta enseñar la víscera última de podredumbre, latiendo como un feto horroroso.

Designación a dedo, un dedo maquillado de burocracia y clientelismo, dedo electrófilo que va hacia el enchufe por esa ley de la gravitación de los despachos. Se le debería caer la lengua de vergüenza a Franquito, arrastrando quizá a toda la cara, se le debería caer también el dedo con una lepra consecuente y repentina. Sin embargo, hay algo más grave que insultar al idioma, y es insultar a nuestra inteligencia. Pero ahí, todavía, la justicia no ha podido entrar. Eso nos corresponde a nosotros.

 

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