Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

12 de diciembre de 2004


El belén. El belén viviente es una tradición de hacer pasar frío al parvulito más rubio y a la niña que mejor pinta la escayola en el colegio, que ahora tiene de moda su versión con famosos. Si en Madame Tussaud's han puesto a los Beckham como Sagrada Familia, haciendo como una religiosidad del depilado, la revista de los 40 Principales ha elegido a Ana Torroja y a esos dos símbolos contrapuestos del hombre andaluz que son David Bisbal y El Sevilla, que hacen un contraste entre un belén musical y un belén con moscas que está siendo muy apreciado en todas las televisiones. El macho andaluz era torero con trabuco o era bandolero con posturita, pero ahora también está el modelo Niño Jesús que es David Bisbal, al que le pega mucho el papel porque siempre ha sido como un cantante de mazapán, y la virilidad neanderthalis de El Sevilla, que ese sí que no pega porque un San José fumado se va a creer que son los municipales los arcángeles. Les ha salido un belén viviente más sensual que piadoso, aunque con dos clases muy diferentes de sensualidad: un Niño Jesús provocativo que quiere ligarse a las colegialas y un San José rijosillo que también, pero que con él no se dejan. Más que de rezarles, lo que dan ganas es de apedrearlos, que están para matarlos en ese portalito que por un lado es un anuncio de colonia y por otro el de un bar de churrasco.


Sensualidad agropecuaria. De El Sevilla o de Bisbal como símbolos de lo andaluz ya hablaremos otro día, porque a uno le sorprende cómo esta Navidad viene oronda de cuerpos andaluces con el muslo fuera o la barriga peluda, en este belén o en la otra moda de los calendarios de desnudos con fines reivindicativos. Primero, aquellas mujeres sesentonas, y ahora, trabajadores del olivar que posan con sus herramientas más o menos disimuladas, quizá para animarse de la tristeza que les deja la penuria del sector, acribillado desde Bruselas y olvidado desde aquí. Con toda la sensualidad agropecuaria del andaluz andan, pues, rellenando los telediarios, a falta de otras cosas buenas que pasen por aquí. Para colmo, en el programa de Lorena Berdún, que nos sigue erotizando porque no podemos imaginar nunca sus manos vacías, una gaditana llama diciendo que se ha enamorado de un pene. El Sevilla diría que de lo que se ha enamorado es de un buen c... Bueno, pongan aquí un pitido.


María querida. Canal Sur programa toda una noche con María Zambrano, un descanso en la vulgaridad de su programación si no nos hubieran puesto enseguida, después de estar retumbando todavía las serenas palabras de la pensadora, una cosa como 1,2,3, vídeo. La película o telefilme María querida es más un documental que otra cosa, con poco cine, nula recreación histórica y todo el peso en la interpretación de la gran Pilar Bardem, que hacía una María Zambrano encogida, póstuma y hablando como la abuela sabia y republicana de todos los sioux. A María Zambrano la han institucionalizado, que en tan grandes personajes es siempre una putrefacción, y con el cameo de la ministra de cultura, Carmen Calvo, que fue menos que eso que dicen en el teatro de llevar una lanza, quizá quería meterse todo nuestro Gobierno autonómico en su sabiduría y en su aura, estando tan lejos nuestros políticos de ella. Para hacerla más andaluza, a la filósofa incluso la ponen a tararear sevillanas corraleras. Como licencia simpática o autoparodia, la película se permite mencionar un par de veces las subvenciones en el cine. “Déjate de las gilipolleces que se están haciendo ahora con las subvenciones”, dice un personaje, un productor, que más tarde pregunta: “¿Tenemos subvención seguro?”. Luego, el documental tras la película fue ñoño y añadió poco. En todo caso, loable el intento de acercar la obra y la vida de la discípula de Ortega y Gasset a la audiencia de Arrayán. Sólo choca, eso sí, cierto guerracivilismo en el que anda complaciéndose Canal Sur últimamente. Paco Lobatón, el eterno triste o quebrantahuesos, productor por cierto de María querida, también le dedicaba un reportaje a los desenterramientos de fusilados. Mejor no menear los fantasmas, que siempre están deseando volver.



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