Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

26 de diciembre de 2004


Nochebuena andaluza. Es Navidad, por si no lo han notado, y eso significa que la televisión es un hojaldre o una pecera con los peces de lentejuelas, alternativamente y sin descanso. Los platós son un centro comercial con una candelá en medio, los presentadores aparecen con migas en los bigotes, las presentadoras salen de largo con modelitos aturronados, los niños hacen coros sin pensarlo, la bobería ha tomado consistencia de chocolatada y todo se ve como a través de esa tela que le ponían a Sara Montiel en la cámara para los primeros planos, como si la pantalla tuviera pringue o miopía. La Navidad en Canal Sur nos ha traído unas promos como portalitos del colegio y su habitual Nochebuena flamenquita que todos los años parece la misma cinta o acaso lo es. Nochebuena andaluza, lo llamaron, y consiste como saben en un patio con fogata, unas peñas de mujeres, toda la gradación del flamenquismo o la zambomba, más el inevitable Paco Gandía queriendo comerse un pavo como Carpanta. El etnocentrismo navideño andaluz, ese cristianismo de casapuerta, ese ambiente de alfajor, ese gitanismo del Niño Manué, esos palmeros con las manos pegajosas de pestiños, toda la maestría de Canal Sur para resumirnos en bodrio el taconeo tópico del alma andaluza con el que La Nuestra anda muy comprometida, quizá porque sus dueños lo querrán plasmar en un parrafito cuando llegue la reforma del Estatuto. En esa Nochebuena de mimbre, morería, pavesas y botes de aceitunas aliñadas, pues, nos llegaron El Arrebato con su flamenquito con chepa, El Barrio con su flamenquito con sombrero, Las Carlotas con su flamenquito de tapergüé y ganchillo, Raya Real con su flamenquito de pijerío y rebujito, la Niña Pastori con su flamenquito de golpes de melena... Y Rosa, con sus villancicos de lotera, y Camela, con su música a juego con la tapicería del coche tuneado, y Andy y Lucas, con sus requiebros de botellón, y la nueva Melody, con sus cancioncillas de lolita con algodón de azúcar. No fue sin embargo lo peor la parte musical (mucha de esta gente está bastante mejor cantando que hablando), sino una especie de comedia que entremetían, con el Linterna que ya no hace gracia sino que sólo pone nervioso, porque está siempre como electrocutado, y con unos diálogos de camareros como escritos por un guionista a la vez cansado y borracho, malos hasta incitar al asesinato. Un teatrillo, vamos, que haría enorgullecerse, poniéndolos a la altura del glorioso Charlie Kaufman, a los que escriben esas partes de relleno de las películas porno, entre gimnasia y gimnasia. Bien retratada el alma andaluza, como ven, pues Canal Sur nos considera básicamente horteras y a la apoteosis de nuestro esencial castrojismo dedicó la noche. Y todavía queda fin de año. Miedo da la cosa.


El derby. El Sevilla-Betis sirvió para que toda España supiera que en Andalucía vamos con una sola muda, que llegamos tarde porque no pasa el autobús, que nadie nos gana en odiarnos fraternalmente con muchos cojones y que el palco de la Maestranza se puede trasladar ladrillo a ladrillo al fútbol para dar el mismo folclorismo y los mismos figurines. “Sevilla es especial”, decía asombrado uno de los presentadores de El día después (¿después de qué, hombre?) en Canal Plus. Lo de las camisetas, que fue como un lío de la chacha con la colada, Caparrós y Serra Ferrer como camioneros que se miran mal, alguien que se echó mano al paquete en el túnel de vestuarios, una grada que salió ardiendo cuando quemaron a un muñeco bético ahorcado... El derby sevillano es como el enfrentamiento entre dos Cristos delanteros o dos vecinas con moño, y eso en ningún sitio puede quedar más salvaje y ruidoso que en Sevilla. Lo de menos fue el fútbol, porque la pasión estaba en los cortes de manga que se dedicaban las hinchadas y en la coronación de lo más revenido de lo andaluz tomado por decenas de cámaras, para nuestra vergüenza. El palco, lleno de toreritos y folclóricas que habían equivocado el relicario, con la Pantoja, con Julián Muñoz, con una nieta de Franco como el alcanfor de la grada, era un museo de cera con frío. Después del partido, lo mismo se reunió todo esto en una zambomba. De ahí quizá tomó Canal Sur el modelo para su Nochebuena. Ole el arte. Que no falte, como siempre, lo ridículo como nuestro más preciado orgullo.



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