Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

2 de enero de 2005


Campanadas. Es la noche de los muslos con frío y de los vómitos, de terminar bebiendo en un zapato, de amanecer con la vergüenza de todo un año hecha un chocolate repugnante, un chocolate como de barreduras. En la televisión, que ya sabemos que es la zurrapera de toda la sociedad, también. La Nochevieja en televisión es como la de un trasatlántico para jubilados y hasta Ramón García parece el sobrecargo de Vacaciones en el mar. Pero en Andalucía, en Canal Sur, no basta con ser vulgares sino que hay que ser vulgares con idiosincrasia, con tipismo, vulgares hasta poner la misma orquesta vulgar de todos pero con guitarrita. En Canal Sur, las campanadas no fueron campanadas, mira qué arte. En Córdoba, en la Plaza de las Tendillas, salieron del reloj arpegios, rasgueos de guitarra. Era como si la flamenca de encima de la televisión se hubiera metido dentro del aparato, con tapete de ganchillo y todo, y aquel reloj difundiera concéntricamente por Andalucía una especie de borrachera de tablao que hubiera cogido la tipa. Pero la flamenca llevaba ya bastante tiempo dentro, en realidad, y se quedaría mucha noche castañueleando.


Menuda Nochevieja. Canal Sur es un constante déjà vu, pero quizá es que sólo tienen una cinta, un molinillo y un presentador. En su especial de fin de año, Juan y Medio se encargó de hacer lo de todos los días pero con esmoquin, y le salía como queriéndole poner un moño a un refrito. Se volvió a rodear de sus niños monitos, esa carne tierna de casting, futuros artistillas, tertulianos del corazón o pingajos de coca y casino. Menuda Nochevieja, lo llamaron. Los niños fandangueando o preguntándoles por los novios a Paz Padilla o a Rosa de España, para jolgorio de sus mayores; otra vez ese chiquillo que imita a los Cristos; otra vez María Isabel, antes muerta que sencilla y antes explotada que niña. A otra chiquilla cantante, de unos doce o trece años, la habían vestido y pintarrajeado como a una pilingui, y uno se pregunta si en Canal Sur tenían intención de hacer una Nochevieja para paidófilos o si esas cosas les salen sin pensar. Pero Juan y Medio, como una Blancanieves con bigote entre ellos, brindaba con zumo o Fanta por el Año Nuevo y creía que todo eso era ternurismo. La gente se reía mucho cuando, después de decirte la edad con los deditos, los chiquillos soltaban que “los niños nacen por la barriga y las niñas por el chocho”, y Juan y Medio daba las gracias al equipo de casting por el trabajo tan bien hecho destrozando infancias y creando monstruítos. Por lo demás, ¿hace falta hablar de las actuaciones? Pues sí, otra vez El Arrebato (¿cómo se pagará tanta promoción?), otra vez Las Carlotas, que parece que vienen a cantar antes o después de pregonar pescado... Lo de siempre, con gusto a potaje recalentado. En las demás cadenas, los andaluces seguían llenándolo todo y pidiendo felicidad y paz igual que las misses: La Pantoja, como reconvertida a algo caribeño; Bisbal, como con peces en los rizos; Bertín Osborne, como el guapo del establo ya viejo y rancio; otra vez María Isabel, repetida, falsa y ubicua, como los Reyes Magos. Somos el alma de la fiesta, somos los titiriteros del país y los fabricamos desde pequeños. Menudo orgullo.


El discurso. El discurso navideño del Rey era algo así como una carta de ajuste para ir poniendo la mesa, y los presidentes autonómicos han terminado imitándolo porque quizá es la única época en la que pueden hacerse propaganda yendo de arcángel anunciador. Lo trasladan, eso sí, a fin de año, para no hacer competencia desleal, y porque es la hora de los buenos deseos sin fundamento. Además, pega con los resúmenes anuales y se acerca al ambiente blanco y dormilón del concierto de Año Nuevo y de los saltos de esquí. Chaves nos largó su discurso el día 30, un discursito de mazapán, como manda el género, blandito, bonachón y fantasioso, como si se lo hubiera dictado Mary Poppins, lleno de avances, pajarillos, futuro y luces por poner. Pero la parrilla de Canal Sur le hizo la ironía sin querer. Después del discurso, venían las videoteces de Loco mundo loco. Al leer la programación, parecía un subtítulo de lo de antes.



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