Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

27 de marzo de 2005



Somos Zapping

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La cruz y el fusil. Hubo dioses solares y gente en ese sentimiento de ser multitud, que es en sí mismo una pasión, no importa si lo provoca un cristo o un delantero. Hubo hasta películas de papas, con la noticia entremetida de la muerte de Clemente, ese hombre que se inventó una religión que era un tejar, un polvero. Hasta Quintero sacó, en blanco y negro, a Banderas ceceando, porque su Semana Santa malagueña le hace cecear, y a Monseñor Amigo, que tiene un catolicismo musical y como de después de un chocolate. Las televisiones han dado mucha Semana Santa como es lógico, no vamos a volver con lo del laicismo, que me dien pesado. Pero más que los excesos de Sevilla, esos pasos como banquetes, esa mañana de Jueves Santo donde las mujeres parecían todas Marisol en misa, uno diría que la estrella volvió a ser la escena legionaria del Cristo de la Buena Muerte. En las noticias, lo sacaban en ese apartado de Semana Santa friki donde salen los empalaos cacereños, flagelados de diversas latitudes y gente que se crucifica de verdad con las puntillas de casa. Este año, para los morbosos, no faltó ni Bono, como dándole ya la portada a El Jueves. Legionarios con los pelos del pecho santificados, la cruz junto al fusil y esas cosas que les gustan a los abonados al canal rancio, que diría mi colega Paco Robles. Los dioses siempre han estado del lado de las armas, o al revés. Entre unos crucificados filipinos y esta Legión preconstitucional, yo no sé qué pegaría más en algo de National Geographic junto a un bantú.


Sangre y flores. Al presidente del Sevilla, Del Nido, le faltaban los pantaloncitos cortos en su ofrenda al Cristo de la Sangre. Y quizá también que una monja le limpiara los moquitos. Había algo infantiloide, algo de meoncete en ese roce algodonoso con gladiolos y Virgencitas en el que apareció en todos los informativos nacionales un poco como un bebecito recién bañado. Pero la cosa no hubiera pasado de un episodio ridículo para un señor tan calvo, de no ser por el contraste que hacía esto con sus declaraciones. El espeluznante codazo de Javi Navarro que dejó en coma a Arango, que fue como si al pobre jugador del Mallorca lo hubieran descabellado mal, le parecía al señor Del Nido “una gilipollez”, y así se lo escupía a los periodistas, ya transformado en caníbal después de quitarse la alitas de querubín pilonero. En las noticias, los presentadores arqueaban las cejas, recordaban el nombre del cristo y luego dejaban hablar a las imágenes. Telecinco, a lo Michael Moore, ponía las palabras tumefactas de Del Nido en off sobre las imágenes de las convulsiones de Arango, con lo que la crueldad y la chulería del presidente sevillista sonaban con eco. Recuerdo que Coppola, en El Padrino, en un genial contrapunto, colocaba a Michael Corleone en un bautizo, asintiendo a todo el Credo católico, mientras sus matones se cargaban a los jefes de las demás familias. Del Nido, que parece que gusta de domingos sicilianos, ternurizaba con pasos de palio y luego hacía gracietas sobre quijadas rotas. Buena imagen en la que España toda quedó así enterada de cómo se puede unir hipocresía, bajeza moral y bajeza estética. Y todo, con la misma chaqueta.


Andy and Lucas. Ha salido mucho en La Nuestra Cándida Martínez predicando la era del plurilingüismo, pero yo les recomiendo que escuchen las noticias en inglés de Radio Andalucía Información, un inglés que parece leído por Los Chanclas; o al joven cocinerito de Canal Sur, al que vi una vez, con unas invitadas americanas, manejar el idioma de Shakespeare a un nivel inmediatamente inferior al de Paco Martínez Soria. Pero así nos va toda la educación. Paradigmática y sonrojante fue la presencia en lo de Buenafuente de Andy y Lucas, pura generación andaluza logse+botellona. Decir que quedaron de tontos es poco. Les hicieron un juego parecido a Su media naranja y no entendieron el mecanismo. Y además, pusieron de vagos a todos los gaditanos. We are the host. O sea, la hostia.



somoszapping@ono.com


N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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