Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

1 de mayo de 2005



Dibujitos. La época de Pixie y Dixie coincide con la de Super Ratón, la Hormiga Atómica, Leoncio el león y Tristón, Pepe Pótamo, el lagarto Juancho y, en mi caso, se solapa con Mazinger Z, que representó pasar del escobazo a los rayos láser, como una nueva edad de los metales. De todas las generaciones que no saben latín, quizá ésta es la que mejores dibujos animados ha dado. Es notorio que después de esto, y de Marco y Heidi, la decadencia comienza con Candy Candy, que ya es como la Logse de los dibujitos llegando. Hay otra juventud de Bola de Dragón y de Oliver y Benji que aún no cuenta porque no ha alcanzado la edad del poder (Leire Pajín está en la frontera). Lo que da miedo es lo que nos pueden dejar los Teletubbies, claro. Por otra parte, si sobrevivimos a Naranjito, a los Fruitis y a ese infame Poti Poti, quizá es que la Humanidad es, en el fondo, indestructible. Carmen Calvo no sabe latín porque Pixie y Dixie enfocaban todo el plurilingüismo hacia el acento mexicano. La ministra empieza a ser ya de la generación audiovisual, o a eso se adaptó su edad mental, y se nota en que no sabe latín pero seguro que sí sabe cómo se escribe “fin” en japonés, además de dársele muy bien poner caritas como de Jackie y Nuca. Llegará el día en que a un ministro de cultura se le exija saber toda la lista de enemigos de Goku y eso será la Segunda Modernización en su cima. Me acuerdo del ridículo de la ministra, puesta al nivel de un presentador de La banda por confundir el latinajo “dixit” con el ratón que perseguía aquel gato andaluz, viendo a una sobrinita ensimismada con los dibujos de Canal Sur. Pero lo peor no son los dibujos, ese Doraemon como empastillado, ese Nobita que se parece a Zarrías de chico. Mi sobrina tiene tres años, todavía no distingue las letras, pero el otro día le pidió a la madre, en el súper, que le comprara Nesquik, y hasta se lo señaló en la estantería. Esto nos resultaba inexplicable hasta que vimos que, entre dibujito y dibujito de Canal Sur, la chiquilla cantaba los anuncios de memoria y bailaba con sus conejitos hiperactivos o los tigres tenistas de los cereales. Mientras los dibujitos los preparan para la política, la publicidad los hipnotiza para el consumismo, sin que nadie de los que tanto miran por los horarios y los tacos proteste. Mi sobrina apunta ya para ministra y eso nos consuela. Pero será una ministra que compre mucho y que se empache de cacao. A lo mejor, llega a salir en el Vogue o en Las cerezas. Para eso, no hace falta el latín. Ni siquiera el español.


Brigada del mal gusto. Si los dibujitos son el modelo para la alta política española, nuestra morcillera música de éxito es lo mejor para formar niñatos y esclavas sexuales. Andy y Lucas se ríen mucho con Manel Fuentes recordando cómo se escapaban del colegio, que parece que ésa es la clave del éxito. Ser analfabeto y hortera es lo que abre las puertas, así que los jóvenes lo tienen claro y desde ese día veo mucho al hijo de un vecino mío que no hace más que subirse a tocar la guitarra en calzonas a la azotea. Miren lo felices que andan Son de sol, cumbre del castrojismo con las carnes por fuera. A Son de sol las acusan las feministas de dar una imagen sumisa de la mujer, o así como de leoparda que gusta de un poquito de castigo. Otros las acusamos de ir dando por las televisiones la imagen más bajuna de Andalucía y sus muslazos, y de pasear en braga nuestra vergüenza ajena. Son de sol necesitarían toda una brigada detrás para estos gruesos delitos contra la dignidad de la mujer, de la música, de lo andaluz y de las peluquerías. Pero esta brigada a lo mejor está ocupada persiguiendo a Los Morancos, a ese Sergei Noesmalo que se arrancó cantando Antes muerta que sencilla con una especie de estilo vienés que a lo mejor lo da la ronquera o una batuta atravesada en el culo. O quizá anda detrás de las tecnocoplas de la Pantoja, o de la edil pepera que salió muy insultada por tanta boda mariquita con un medallón de la Virgen del Rocío como una paellera en el pecho. Una brigada contra el mal gusto sí que daría trabajo aquí, y no el Airbus, que sólo le construimos los ceniceros.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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