Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

17 de julio de 2005



El hachís y la sorpresa. Mercedes Milá es una saga, un estilo, unas manos de bruja según el día, un merendarse al entrevistado (salvo a Umbral y Cela), la historia televisiva que parece que viene del café cantante, pasa por el destape, salta por los más viejos hombres del tiempo, sobrevuela los realities, se para a comer otro entrevistado y sigue haciendo todo lo que hace ella, que es todo lo que puede hacerse y todo lo que cabe en el costurero de la televisión. Su experimento sociológico con Gran Hermano sólo consiguió hacer renacer en España la profesión de vago y de hueleculos en una especie de Edad de Oro del patán. De todos ellos, me parece que sólo Ismael Beiro ha resultado de una talla televisiva mediana, aunque ande presentado refritos y videoteces. Ahora, la Milá pretende cosas más serias y lleva como despavorida, como cafeinizada o poseída por el espíritu de la señorita Rottenmeyer un programa llamado “Diario de...”, que no es algo de testimonios, sino unos reportajes de actualidad o de morbo que conduce como si fuera la mamá de los retratados y de los televidentes, asustándose mucho de cómo anda el mundo y en ese plan. Esta semana tocó el tema de la droga con varios capítulos superpuestos o entremetidos, y en uno de ellos se seguía a un culero andaluz en su bajarse al moro: travesía en ferry desde Algeciras, visita a la plantación de hachís en Marruecos, retransmisión del empetamiento y vuelta a casa entre la policía desnortada y sus retortijones... Vamos, nuestro pan de cada día. Pero la sorpresa mayor para la Milá fueron las inmensas plantaciones de hachís de Marruecos, “hectáreas y hectáreas como si fuera trigo”. “¡Y la policía marroquí no dice nada!”, remataba ella, patidifusa. Vaya descubrimiento, sí. Y justo cuando Maria del Mar Moreno hace diplomacia de hotel por allí y cuenta que trata de la droga y de la inmigración con unos señores del lugar muy finos y comprensivos que resulta que igual que dan caña en el Sáhara mantienen el hachís y las mafias de las pateras como negocios nacionales. Venga diálogo, venga doblar la espalda ante el niño dios y su corte de corruptos, y allí las plantaciones de hachís como de zanahorias muy graciosas. Ay, Mercedes, tú sigue haciendo en Andalucía reportajes de asustarse, verás qué mina.


El lado amarillo. Todavía no ha empezado la Liga y ese Cádiz de Primera ya está dando espectáculo televisivo. El fútbol no es sólo sus campeonatos, sino también unos alrededores de heroicidad y equilibrismo que quedan muy bien en la tele y por eso las marcas de zapatillas o de refrescos suelen hacer unos anuncios con los futbolistas como el Hombre Araña, como pistoleros, como gigantes, como sambistas, como todo un Olimpo en calzoncillos y así. Esto, claro, los equipos con guapos, con galácticos, con estarlettes. Para los equipos menos ricos o glamurosos, es más común el anuncio que apela al sentimiento, al terruño o a la agonía. El anuncio del Atlético ha elegido a un inmigrante que asume con extraña alegría la estética del perdedor igual que aquellos detectives de novela negra asumían la roña de sus sombrero, de su despacho, de su revólver y de hasta de su rubia. El del Sevilla... Bueno, el anuncio del Sevilla no lo ha entendido nadie o lo han entendido sólo sus psicoanalistas, que deben de ser tropa. Y el del Cádiz, ojú, ahí hay que mamar. Uno creía que sólo los spots de Nike para arriba, donde los futbolistas vuelan o conquistan Troya con balones de fuego, merecían salir en las noticias como acontecimiento. Hasta que vi el del Cádiz en los informativos de Antena 3. Por supuesto, el anuncio lo merecía: El Yuyu y Manolito Santander se encuentran en la cola de los nuevos socios cadistas nada menos que a Darth Vader. Bueno, un Darth Vader tirando a canijo que ellos llaman Dark Vader, que parece que se ha comprado el disfraz por allí alrededor de El Melli, al que se le ve por detrás del casco un pelado como el de Los Caños, al que los guantes le quedan como puños de Mazinger Z y que lleva una capa transparentosa que La Petróleo hubiera cogido seguramente para salto de cama. El anuncio tenía esa mezcla de gracia y poco presupuesto que hace precisamente grande y único al Cádiz. Daban ganas de pasarse de verdad al lado amarillo de la Fuerza, pero además comiendo calentitos o pescando mojarritas.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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