Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

31 de julio de 2005



Las hogueras. Ahora son los políticos los responsables de los cataclismos, las plagas, las bolas de fuego, las montañas que se caen. Los políticos atraen los castigos de los dioses como los faraones, como el divinal Odiseo, y pronto dirán que hay que cortarles la cabeza como a malos astrólogos. El oficio del político que gobierna es tener la culpa. Un día se caerá la luna y pedirán dimisiones. El incendio de Guadalajara lo han llevado desde una barbacoa hasta la Moncloa, hasta el Parlamento. Zapatero, que ya estaba quemando España por los picos, tendría que haber pilotado un hidroavión, tendría que haber hablado con las cavernas donde viven los vientos, pero estaba en una ópera y no lo hizo. La derecha le acusa de no parar el sol como Josué, y aquí el incendio de Huelva ha vuelto a encenderse como agravio, que es de eso de lo que come el bicho de la política. Pero los incendios siempre han ocurrido, el bosque tiene poco interés para que las administraciones lo vigilen con astronautas y bastan retenes de labriegos y ecologistas en camioneta. Cuando se cumplía una año del incendio de Huelva, la televisión nos volvía a enseñar la huida de las ardillas y los paisanos, los árboles como arañas muertas, la tumba de aquella pareja. Ya nadie se acordaba de esto, hasta que los políticos volvieron a tirarse teas. “Todo ha venido desde este conflicto político”, decía en Canal Sur la alcaldesa de Aznalcóllar. El de Sanlúcar Mayor afirmaba que se les está “utilizando políticamente”. Un año pidiendo ayudas o consuelo, pero había que esperar a que los políticos tuvieran material para sus propias hogueras. No, los políticos no traen las catástrofes. Pero viven, según, de su perfume o de sus cenizas. Todos ellos eran bomberos delante de las cámaras, como alcaldes de Nueva York.


Mira qué gracia. Era un baile de jorobados o de baloncestistas, con los famosos como resbalando por una oficina recién fregada. El programa Mira quién baila ha sido un relleno que ha terminado en éxito usando el viejo recurso de montar un ballet con patosos, barbudos y gorditos, como los de Benny Hill. Claro que a mí cada vez que lo ponía me salía María del Monte, hasta el punto de no saber si el programa había terminando siendo sólo suyo a fuerza de empujar con el culo a todos los demás, incluido Fernando Romay. Pronto, sin embargo, la vergüenza ajena no fue por verla como intentando bailar con lumbago, igual que cuando sacan a la abuela en una boda. María del Monte es otra de las que padece ese complejo de gracia andaluza y que asumen como obligación hacer un chiste en cada frase para no decepcionar a los norteños. Pero ella tiene el ingenio en el mismo sitio que las cualidades para la danza y lo que le salía era un Juanito Navarro sevillí o ella misma en el callista. El resultado era que su gracia hacía como de enanito ante la Blancanievenes hiperbórea que es Anne Igartiburu. A su lado, el también andaluz Angel Garó representaba una especie de bálsamo, igual que si hubieran entremetido a un violinista en un rengue. El genial Angel Garó es un andaluz que siempre ha hecho un humor un poco extranjero, un humor de sombra chinesca o pompas de jabón, surrealista y como acuático, humor que en sus espectáculos era más, a veces amargura, languidez, tristeza. Angel Garó no sabemos si ejerce todavía de humorista o sólo de mayordomo de sus personajes, pero él es un humor que viene del más auténtico teatro mientras María del Monte quiere hacer unas gracias que no pasan las macetas de la portería. Pero éste último, claro, el humor cateto, es el que se nos supone y por el que triunfamos en el mundo y en los zappings.


Los gorritos del PP. Uno le recomendaría a la nueva derecha que cuidara más su imagen porque la oposición les está quedando, sin termino medio, o señoritinga o playera. Visitaban Rajoy y Arenas una fábrica de aceitunas en Morón y el primero se había puesto una gorra de Chanquete o de tío de la reolina y el segundo un gorrito de plástico igual que si se acabara de echar un tinte, y así los sacaron las televisiones. Los dos juntos tenían una pinta como de episodio de El chavo del ocho. A ver quién podía tomarse en serio luego sus discursos.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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