Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

8 de agosto de 2005



El sultán. Las televisiones nos volvían a poner al rey Fahd llegando a Marbella en helicópteros de mármol, pero yo sólo me acordaba de Fellini, de aquel sultán de Amarcord. El sultán bajito, gordo, ridículo, con eunucos con hacha, con todas sus mujeres tras una mosquitera (demasiadas mujeres para su vejiga), uno no sabría decir si representaba la impotencia del dinero ante la vida o el triunfo del dinero sobre la impotencia, pues si hay algo que pude violentar a la naturaleza es precisamente el dinero sólido como un falo. En todo caso, Fellini, maestro en retratar la decadencia igual que Berlanga, introducía al sultán como el último plumero que le faltaba al hotelito de aquel pueblo surgido de su infancia, y la excitación que producía en la imaginación de los lugareños era a la vez la distancia y la esperanza del hombre común frente a la idea de la felicidad, del paraíso. Hay otra escena paralela en la película, aunque no lo parezca: la de la espera del transatlántico. En Marbella esperaban a Fahd como a ese transatlántico felliniano, el rey que cagaba oro, el rey que era toda una ópera turca (de Rossini, no de Mozart), el rey obsceno como solamente pueden serlo el dinero sin medida y la crueldad sin restricción. Un monarca feudal y absoluto, un reino teocrático, todo el país como su jardín, todos sus súbditos como sus manzanas, omnipotente para desayunar una virgen o un decapitado. Pues esto merece que nuestro rey se ponga corbata negra y pare sus regatas como si parara los relojes de palacio; merece que el Ayuntamiento de Marbella coloque las banderas a media asta, que es como duermen o lloran las banderas, y hasta quiera nombrarlo hijo adoptivo. Un tirano que tuvo el cinismo de seguir apoyando el wahabismo, el más fanático de los fundamentalismos islamistas, a la vez que se acercaba al Imperio USA. Pero aquí, Canal Sur nos sacaba a los jardineros de su palacio marbellí, tristes como planchadoras tristes, y a una que le vendía joyas, orgullosa de ese roce con el satén o los meados de la realeza, y a otro que recordaba la “inyección económica” que representaba el viejo rey dios para la ciudad. Cómo nos gusta ser lacayos. Y si hay suficiente dinero, también putas. Lloran en Marbella los chóferes, los del cátering, todas las panaderas del emperador que tenemos aquí en Andalucía como la que hacía Romy Schneider. Pero la tragedia no ha sido la muerte del rey Fahd, sino la de Roquetas, donde ha vuelto, para nuestra vergüenza, la España negra, cuartelera, de los bigotazos, las hostias, los cojones y los esqueletos. Esto si que merece luto. En Marbella, uno cree que Fellini podría haber hecho muchas películas. Marbella era un burdel con cojines para el macabro soberano que se iba pudriendo gloriosamente por dentro, como se pudren las estatuas o los caballeros que no hay en las armaduras. Como se pudría todo, con melancolía, en las cintas de Fellini.


Chaves, lost in translation. Estoy hoy peliculero, porque Chaves en Japón me ha recordado a la maravillosa Lost in translation de Sofia Coppola, pero al revés. Era ésta una película sobre la soledad y la desubicación en la que Japón resultaba Marte para el protagonista. Sin embargo, Chaves se ha ido a Japón y parece que se ha quedado en la rotonda de Camas, que eso uno diría que tiene hasta mérito. Lo de Chaves es como si él hiciera allí el papel del japones con cámara aquí, una especie de catetismo de ida y vuelta, con todos los baulazos de los tópicos folclóricos, dando al final una cosa que ni el Nikito Nakatone de Angel Garó igualaría. Salía Chaves en Canal Sur, que le ha ido haciendo la puntual, diaria y homérica crónica; salía bajo un techo raro de verduras o langostas gigantes que había en el pabellón, como un acuario dado la vuelta; salía premiando a venenciadores japoneses raros como samuráis toreros, y toda esta puesta en escena y toda una cadena de traductores era para decirnos, novedoso, que la modernidad de Andalucía es el vino de Jerez y el flamenco con jamón. Anda que no avanzamos, ya ven. Vaya revolución ha llevado Chaves allí, los nuevos horizontes abiertos para ese prometedor sector de la economía andaluza que representan el fino y las academias de baile. O acaso es que algo se nos perdió en la traducción...



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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