Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

15 de agosto de 2005



Salud idiota. La salud se convirtió en televisiva con Ramón Sánchez Ocaña, que hacía unos programas con la bata blanca mangada al médico de cabecera, al que acabó adelantando. Aquello era auténtica divulgación científica y didáctica con los bigotes de las bacterias. Luego, Manuel Torreiglesias cambió el estilo hacia una especie de espiritismo de eucalipto, hacia una ñoñería en torno a la suprema felicidad del geriátrico y de la pastillita a su hora (eso de tomarse la tensión en familia era como la fantasía hardcore de los hipocondríacos). Pero la última evolución en este tipo de espacios televisivos nos la ha traído Canal Sur, con su Salud al día, que es como el estilo boy scout o el estilo batido con bífidus de la cosa. El programa lo lleva saltarinamente Roberto Sánchez Benítez, que es un presentador happy total, de esos que hacen del plató un prado de margaritas según modelo Leticia Sabater o Laura Ingalls. Este hombre que nos invita a seguir su espacio guiñando un ojo, que nos introduce los reportajes girándose hacia la pantalla de detrás como lo haría Paco León imitando a Raquel Revuelta y diciendo siempre algo así cómo “¿no es verdad, Fulanito?”, vive en una especie de dibujito animado cardiosaludable o es que definitivamente es malo como para no dejar ni sitio a su posible caricatura. Pero uno entiende este tono chachi piruli como contrapunto a un sistema sanitario andaluz que tiene hospitales sin aire acondicionado o médicos pagados como limpiadoras, y así nuestra salud parece un poco una canción de los Fraguel. Para que Canal Sur no empañe su reputación y para que no decaiga en el telespectador andaluz la muy saludable sensación de vergüenza ajena, también se preocupa de soltar de vez en cuando unas sonoras idioteces. No hace mucho, entrevistando a los de UPA Dance (no me pregunten a cuento de qué), uno de ellos dijo tener un abuelo jerezano, a lo que el presentador añadió esta máxima: “Para tener éxito en la vida, hay que tener algún antepasado andaluz”. Luego, cuando a uno de los chavales le sonó el móvil, miren lo que soltó: “Las nuevas tecnologías invaden la televisión y modernizan cualquier espacio, incluso éste”. Ya sabemos lo que era la Segunda Modernización: llamar por teléfono. El programita era para ponerse enfermo.


Paz/Esther. Son materia y antimateria de mujer gaditana y andan las dos rellenando las noches televisivas del verano, hechas para convalecientes, con programas recopiados o sacados del termo. Paz Padilla es como el monumento al piropo de una fea, es la gracia con patas de alambre y uno siempre ha evitado castigarla con críticas aquí porque tiene arte para reventar, es graciosa por la misma genética de su nariz y es auténtica como unas croquetas que hiciera. Aunque es verdad que en la serie que tiene le explotan hasta lo infame la imagen de castrojilla andaluza, es de las pocas que en este país puede sostener una comedia de situación sobre su solo perfil. Pero en ese programa con niños repipis que ha puesto Antena 3 copiando al de Juan y Medio, mi casi paisana Paz Padilla no lo está haciendo bien. Ella no está hecha para presentar, sino para ser siempre ella misma recién levantada, y la eses y las ces se le enredan en la lengua, en las piernas y en las cámaras hasta dar pena. Esther Arroyo sí sabe presentar, aunque le haya tocado otro programa de fritanga. Esther Arroyo, alta y bella como una dama desmayada, con un cuerpo hecho de pan de Cádiz y una sonrisa que borraría un atardecer caletero, ha escapado de la maldición de las mises tontas, ha demostrado ser buena actriz y uno sólo desearía que no intentara borrar su acento, que eso es como quitarle una de las mariposas de su cara. Pero el programa, Gente de primera, viene a ser aquello de Gente joven con los titos de los cantantes detrás algo oscuramente, y cuando salen Bertín Osborne o Los del Río como pajarracos de lo andaluz, casi se me olvidan los ojos de Esther Arroyo, ese oleaje.


El asco. Comprenderán ustedes que prefiera hablar de todo esto que he escrito aquí antes que de lo de Roquetas, que me va dando cada vez más asco. Que hable del asunto Paco Lobatón, porque a mí se me llena de bichos la habitación, como los telediarios.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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