Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

29 de agosto de 2005



Basura. Uno siempre agradece que se vaya marchando el olor del verano, que es algo así como el de unos pies metidos en una sandía. Sobre todo porque luego, al menos por mi tierra, lo sustituye el de la vendimia, que a mí me gusta decir que es el olor de un borrico purísimo. En este verano catastrófico, lleno de llamas y de paludismo, esto se cumple como nunca porque Andalucía se ha dedicado a meter en los noticiarios una vistosa colección de basuras, moscas verdes, dolores de barriga y sindicalistas sin Rexona. Aquí no van a hacer nunca una huelga a la japonesa, que va contra la tradición y contra el clima, sino que es mejor comenzar un asedio al Ayuntamiento y a los kioscos con basura, material gratuito, que crece solo y da enseguida fauna y tentáculos, cosa que a los huelguistas les parece hasta simpático y como para un dibujo animado de alguna familia de gusanitos o roedores. Aquí además se recicla poco y la basura del pueblo es toda la dieta mediterránea hecha mortero y radiactividad. En Sanlúcar y en Almería, como antes en Granada, unos reporteros con arpón hacían sus crónicas como desde un safari de moscas y a uno le sorprendía en la comida una mezcla de asco y angustia, esperando que al cámara lo fuera a arrastrar en cualquier momento hacia la montaña de detritus un coleóptero mutante. La huelga convertida en chantaje todavía la hacían con limpieza y guapura los pilotos de Iberia, que son tan chulos que hasta entonces parecen que te quieren seducir, pero esta moda de la huelga puerca, la huelga por asfixia, la reivindicación biotóxica y los trabajadores armados con jeringas a la puerta de tu casa, ya es intolerable. Cuando en Canal Sur se unían estas huelgas con las aguas fecales de Costa Ballena y la programación moranquista, todo era un pleonasmo que te ponía azul y te levantaba el estómago. El verano, que ya olía a podredumbre marítima como a la muerte entre algas de sus novias breves, nos trajo más basura que nunca y una nueva raza de rebuscadores de mierda. Que termine ya y nos desinfecten.


El nuevo SOC. En el diccionario de cierta izquierda todavía sovietista que les hace a los braceros estatuas de cosmonauta, huelga, protesta o reivindicación se dice “lucha”. En Marinaleda, donde Sánchez Gordillo montó hace décadas su batiscafo o comuna sobre una épica de verduras y murales, me enteré por boca de los propios vecinos de que a los que no van “a la lucha” les ponen estigmas y los discriminan en las cooperativas y en el mus. No hay ortodoxia que pueda mantenerse sin coacción, y el SOC actúa así en sus dominios, afirmando además que los jaleos que montan en un cobertizo como si fueran linchamientos son la más pura democracia. Mi padre, que es jornalero y conoce bien cómo funcionan todas las máquinas salvadoras de pobres, siempre me advirtió sobre la mentira de cualquier movimiento de tipo asambleario. Me decía que no hay nada más tramposo que una votación a mano alzada, donde indefectiblemente sale lo que debe salir porque si te equivocas de mano, te has marcado. Veo en Canal Sur que el Sindicato de Obreros del Campo quiere abrirse a otros “gremios” (ellos todavía dicen gremios) y presentarse a las elecciones sindicales, y me doy cuenta de que el SOC sigue siendo como una retrospectiva de carteles libertarios, que usan un idioma de herraduras colgadas, que están en el novecentismo con guadañas y que creen que no peinarse es lo primero para defender al trabajador. Sánchez Gordillo, aborigen, bosquimano de ese sindicalismo de la calor y del alambre; Diego Cañamero, ideólogo del asalto a las higueras del terrateniente... Son antiguos como hoces o como bardos, parece que les han ignorado los siglos como a la cuchara de palo, hablan por una boca de arena igual que hablarían esos enemigos eternos suyos si no estuvieran ya todos embalsamados y recomidos por la Historia. Sí, recuerdo que Marinaleda me resultó un lugar opresivo, infantil y uniformado. En lo que le queda a esta Andalucía nuestra de aceitunismo y de espartería, no sé qué es peor para los trabajadores: los sindicatos convertidos en funcionariado que ya sufrimos, o éstos que aún quieren meternos en un koljoz y que todos los cuadrantes los maneje el mismo barbudo iluminado y sin plancha.



somoszapping@ono.com


N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



[artículos] [e-mail]