Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

2 de octubre de 2005



Femenino plural. En la tele, lo femenino mal entendido como su tópico y su plisadito es ya una institución mañanera igual que la panadería. Son las damas de la mañana, María Teresa Campos, Ana Rosa Quintana, las que nos traen gavilanes, fajas y cotilleo, las que nos devuelven al croché, y uno piensa que la verdadera igualdad de los sexos no la defienden ni la demuestran ni siquiera las feministas mediáticas, más bien ufanas en su marujez. Ni ellas, ni las televisiones públicas tan comprometidas con lo progre, o al menos con esa idea tullida de lo progre que se queda en la pana y en las melancolías de las ballenas. Como muestra, Canal Sur y ese programa de pan con aceite que se llama Mira la vida. Tomo al azar un día y me concentro en la sección que Rafael Cremades anuncia como “femenino plural”, que lo hace además como si significara la conquista de algún glorioso ideal igualitario, algo así como si presentara a unas sufragistas o a la misma Libertad con la teta fuera que pintó Delacroix. Y aparecen unas mujeres que no son planchadoras, sino médicos, abogadas, trabajadoras sociales... ¿Y cuáles son los temas que les propone Cremades, y que ellas aceptan con mucho barullo y complicidad? Pues agárrense el igualitarismo: una nueva estrella de la canción con cinco años, las cartas de amor que recibe por equivocación un particular que se llama Fernando Alonso, las varias flaquezas de Kate Moss, la boda de Shakira y los vídeos que tiene bailando en su tinta junto a Alejandro Sanz... Es la idea de lo femenino plural que tiene esta gente, convertir a una médico en Súper Nena. ¿Formará esto parte de la política de cuotas? También podrían haber hablado de las listas cremallera, y discutir si acaso quedaría más fino un corchete...


La frente de Chaves. Me ha sido imposible seguir con atención en Canal Sur la actualidad informativa de la semana porque sus técnicas de distracción son cada vez más sofisticadas. No es sólo que le hayan puesto a las noticias una decoración de heladería que da como un hambre eléctrica que desconcentra, sino que ahora que teníamos el enterramiento de la deuda histórica, la cumbre con Marruecos, el estatuto catalán, los muertos en las fronteras, los apuñalados en los colegios, uno no podía de dejar de mirar la frente de Chaves, pensar en la frente de Chaves, teorizar sobre la frente de Chaves. Chaves salía muchas veces, con muceta roja o con el dedo tieso, y debía de estar diciendo cosas graves y sesudas, pero su frente, la frente con algo, un lunar, una mancha, una verruga, una herida, un hematoma, qué será eso, lo de la frente de Chaves... Y pasaba el informativo sonando como un mar, y las noticias saltaban de una catástrofe a otra, pero eso en la frente de Chaves, vaya cosa rara, se había quedado en la tele como una mosca aplastada, qué sería eso, qué tendría ahí en la cabeza Chaves... Todo lo que ha ocurrido esta semana es lo de la frente de Chaves, no puedo recordar sino la frente de Chaves. Por encima de las miserias de la autonomía, yo no dejaba de rascar con el dedo la pantalla, a ver si salía eso. Qué chocazo o qué astucia...


Perdón cofrade. No ardieron las hogueras por aquel videojuego de “Matanza cofrade”, donde explotaban como tomates nazarenos zombis. El chaval fue absuelto después de que pidiera disculpas y la acusación retirara los cargos. Nada menos que un año de cárcel le querían meter los escandalizados capillotes por “insultar sus sentimientos religiosos”. Podría haber acabado peor que Farruquito. En Telecino, Hilario Pino era incapaz de reprimir la sonrisa dando la noticia. Sin embargo, aunque es verdad que el juego no merece más que eso, una delgada sonrisa, lo que no hace nada de gracia es que todavía se pueda llevar al juzgado a alguien por irreverencias o blasfemias. El videojuego era tonto, inofensivo y, como mucho, cínico, igual que lo hubiera sido uno de acribillar tertulianos, violinistas o políticos. Pero si algo caracteriza al fanatismo es la carencia total de humor. Hilario Pino sonreía, y es que el serio capillerío de aquí da mucha risa fuera, como a otros vergüenza ajena. Sin embargo, ser perdonado no es lo mismo que ser inocente. Queda en el aire si el fundamentalismo aún puede más que eso tan pecaminoso que se llama libertad de expresión.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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