Somos Zapping
Luis Miguel Fuentes

2 de enero de 2006



El Evangelio castrista de Chaves. Fue como un evangelismo castrista, fue como un vasallaje de pastorcitos y cachorros, fue todo lo baboso de la política como un tío con gabardina a la puerta del colegio. En el abrazo o bocado de ogro del poder entraban a la vez la televisión pública ofreciendo sumisión y el uso de la infancia con pompones para su propaganda. Lo de los medios públicos lo teníamos asumido, pero los niños, la blancura o los churretes de los niños, sirviendo para que el político quede como Papá Noel o como Miliki, tierno, protector y saltarín, para que sea el padrazo o el amiguito guay en horario de máxima audiencia, eso ya es bajeza, lobería, canallismo. Los papeles de Mary Poppins y su colega deshollinador repartidos entre Juan y Medio y Chaves, eso nos trajo la Nochevieja de Canal Sur. La infancia, que ya sabíamos que para los totalitarismos es el primer o el último ejército, jamás pensé que la veríamos aquí utilizada o violada de esa manera. Cuando se empezó a comentar lo de Chaves en el especial de Nochevieja de Juan y Medio, me sonó a inocentada, como aquella noticia que nos quisieron colar una vez de Romay metido a jockey. Me parecía impensable, inaudito, una avilantez excesiva hasta para las mentes acarcavadas que diseñan la idiotización sistemática de la ciudadanía. Pero lo hicieron. Un paso más allá de exhibirnos niños con piano, niños bilingües y niños cibernéticos, estaban los niños enriqueciendo de mimo y mantequita el aura paternalista de Chaves. El presidente, que abría el programa, fue recibido con el público en pie (¿orden del regidor?) mientras los niños le decían “guapo, guapo”. Juan y Medio, que iba como de mayordomo con actitud de limpiabotas, ya lo había presentado antes como “un invitado muy importante para todos nosotros”, asumiendo sobre la cerviz el peso del deber y del servilismo. Luego, los chiquillos, teledirigidos, atascándose en el interrogatorio que les imponía el guión (porque hay guión), le preguntaban lo previsto para que se pudieran sobreimpresionar al segundo las fotos seleccionadas de antemano, un Chaves niño o un Chaves algo hippie. Terminaron regalándole una corbata. Menuda manipulación, menuda vergüenza. Pero ya verán cómo el severo Consejo Audiovisual Andaluz no dice nada. Por si no conocíamos todavía a esta casta que nos manda, ahí nos dejaron todo lo que son capaces de torcer y ensuciar para su provecho. Ya, durante el resto de la noche, no pude evitar ver a los chiquillos algo así como volviendo del tiovivo de Michael Jackson.


El discurso. En los planos más cercanos, el Hércules de la bandera de Andalucía parecía un torero dando un pase de pecho, un torero goyesco sobre el hombro del presidente Chaves, como el loro o el geniecillo castizo de toda nuestra simbología. Hércules se evadía con la tauromaquia y un león se dormía como un mastín bajo un piano, al calor de nuestra siesta eterna, con la nana que cantaba Chaves sonando como desde el vestidor de la abuela. Una corona copiada, un palacio trasladado, una majestad de paisano, todo como si fuera un rey mago municipal el que está soltando el rollo, es lo que ve uno en estos discursos de fin de año que hacen los presidentes autonómicos y hasta algún alcalde que se cree Miss Diciembre. El mensaje “institucional”, dicen, como si sólo fuera a comunicar el horario de ventanilla para el nuevo año, pero que en realidad es aprovechar la fecha y la instalación eléctrica para asaltarnos igual que bajo el muérdago y babearnos con una propaganda de turrón blando, ahora que nuestras defensas están bajas por la ñoñería de estos días. Un Chaves pastoril, un Chaves que pone la mesa, un Chaves con dulces de monja, un Chaves con campanillas, comenzaba recordando a los enfermos y a los sufrientes, igual que un papa, y luego nos volvía a sacar la Andalucía nevada de azúcar, esta tierra como de Osos Amorosos muy prósperos, solidarios y tecnológicos en la que nos quieren convencer que vivimos. “Terminamos un año en el que nuestra Comunidad ha dado sobradas muestras de su vigor (...). Frutos palpables en todos los ámbitos de la vida y que nos hacen sentir que cada día está más cerca la Andalucía que soñábamos (...): una Andalucía más justa, más próspera, más libre, más cargada de autoestima (...). Una Andalucía, en fin, más fuerte y mejor”. Ni el que perpetró la felicitación de la Casa Real hubiera sido capaz de montar semejante retrato cortando y pegando nuestros cachos más guapos y nuestros torsos sin extremidades. “No deseo cansarles con cifras ni magnitudes económicas”, decía. Sí, mejor, no sea que nos demos cuenta del verdadero lugar que ocupamos en España y en Europa, que es el cuarto de las escobas. En este tono canticoral y con la boca como llena de confeti, la educación y la juventud eran un corro feliz y gimnástico, Europa nos esperaba para marcarles el paso, España para garantizar la solidaridad entre las comunidades o las tribus, y así, Andalucía iba en una pértiga, o la llevaban hacia el cielo ángeles azafatos o hacia el amanecer el transatlántico de Vacaciones en el mar. Terminó recordando muertos y otros ausentes y dedicándonos como Perlita de Huelva una especie de “precaución, amigo conductor”. Propaganda y natanueces, acunamiento repetido o tripitido, pues volvieron a poner el discursito en Canal 2 Andalucía más tarde, y el día 31 aún salió en los informativos. Por supuesto, al momento el mensaje estaba colgado en la web de Canal Sur, en vídeo, en mp3 y en PDF. Estas Navidades, sólo nos falta encontrarnos a Chaves en los huevos Kinder, que también son un vacío redondito adornado de dulce.


Cuatro artistas. Es verdad, seguramente he exagerado. Todavía más veces que Chaves ha salido en Canal Sur El Arrebato, ese cantante que parece que viene a pedirte un cigarrito. Canal Sur no ha hecho nada original esta Navidad, quitando eso de sacar un presidente en la Nochevieja como si fuera el Rockefeller de José Luis Moreno. Ni siquiera cambiaron las campanadas guitarreras de fin de año por algo más novedoso, no sé, unas campanadas rapeadas por Haze, que también sale mucho en Canal Sur, quizá por darle modelos a nuestra juventud. El grueso de la programación navideña la han conformado un batallón de rebuscadores de cintas que ha recosido videoteces y galas hasta quemar las mesas de edición. Galas pasadas o galas presentes, que son indistinguibles, una cosa que llamaron Exitos 2005 que creo que han puesto por lo menos tres veces, otra desde Sierra Nevada, o la misma Nochevieja menuda donde los artistas parecía que no se habían ni cambiado de ropa. El Arrebato, otra vez, un día y el siguiente, igual que El Barrio, igual que María Isabel, que Nuria Fergó, que Las Carlotas, que Diana Navarro o Pasión Vega, que llegó a salir en varias autonomías a la vez. Desde la Nochebuena flamenca hasta los estertores del año con niños monstruitos, los mismos, siempre los mismos, los cuatro artistas que parece que hay aquí solamente. Y sobre todo El Arrebato, cantante de amotillo, chaval que se sube al escenario con la ropa de blanquear. De quién será pariente o conocido, este chico con telarañas en la nevera y en la guitarra, otro de los protegidos de La Nuestra, sin duda, en este ambiente de compadreo donde la misma pandilla se lo reparte todo, por delante y por detrás de los escenarios.



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N.A: Este texto original pudo sufrir variaciones durante el proceso de edición.



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