El Mundo Andalucía

Hacia el referéndum del Estatuto de Andalucía
 
Luis Miguel Fuentes

19 de febrero de 2007

18-F: La crónica
El día de los dormidos


En la calle, la mañana era de los barrenderos; en la televisión, de Doraemon. Todo el ambiente de este referéndum de domingo de Carnaval, después de la noche en que los arlequines son faunos mirando mear a las niñas, ya nos lo dejó explicado el viernes el coro de Julio Pardo: “Ay, Chaves, no sé si eres más cabezón o más carajote”. En Canal Sur, Doraemon parecía que era el único que se había levantado a por churros mientras el sopor de la resaca devolvía a la cama a unos vampiros de vino y caramelo. Doraemon y, por supuesto, la gente de Canal Sur, “los 180 profesionales” con su “gran despliegue tecnológico” que se diría que tenían que buscar ellos las llaves, montar todo el referéndum buscando en los contenedores, despertar a la gente, mojarles la cara. Poco después de abrirse los colegios electorales, Canal Sur nos enseñaba el centro de datos, en el Pabellón de la Navegación de la Expo, que era un aeropuerto de madrugada. Al lado de una pantalla de proyección, la pizarra que se empleó en aquel otro referéndum, cuando Andalucía todavía escribía con tintero y ninguna modernización nos electrificaba: la metáfora de una elipsis, o de un conjuro para atraer la participación que no funcionó. Con rondas por las provincias, con urnas con tres o cuatro sobres que ya les hacía hablar de “chorreo continuo” de votantes, con frases del estilo “día señalado en rojo para Andalucía” (cosa que ya utilizó Chaves en la campaña), la realidad se cruzaba con su deseo igual que los borrachos se cruzan con el lechero. En la primera comparecencia de Zarrías y Evangelina Naranjo, el mal dormir le hizo decir a la consejera que un colegio, tras algún problemilla, había “abierto sin normalidad”. Un referéndum de dormidos contra jubilados con la hora cogida se desarrollaba entremetido en la televisión con dibujitos animados, muñequitos de Tecnópolis, películas de vaqueros, tedio.

La televisión daba descansos, pero en la radio andaluza montaron una especie de All Star en el que la retransmisión de los votos de los alcaldes y consejeros como si fueran canastas triples resultaba ridícula, y no digamos las entrevistas a andaluces que votaron desde Suiza o el intento de distraernos con el top ten de las bandas sonoras de referendos anteriores, con Jesucristo Superstar y Jarcha a la cabeza. Movidón histórico y tecnología punta era lo que más les gustaba mencionar: “Estamos con PDAs, ordenadores, pantallas táctiles, monitores de plasma, pero también es importante el lenguaje de los sordomudos”, nos decía el locutor de Canal Sur radio. Pero todo era como si sólo la RTVA se moviera en un día esculpido contra el cielo. Y eso que por fin salimos en los informativos nacionales, pero la Sexta, a mediodía, ya anunciaba que iban a sobrar muchas papeletas.

En La Nuestra, vimos al Selu bostezar en su mesa electoral, a los políticos insistiendo en vendernos la suerte de un capicúa, a los cámaras filmarse los pies, y mientras el fracaso de la baja participación se iba haciendo grande como un zepelín, Canal Sur destacaba la ausencia de incidentes y el buen tiempo. En la radio, cuando se cerraban los colegios, Tom Martín Benítez puso una grabación de la voz de Escuredo con el himno de Andalucía al fondo, aquellos buenos tiempos en los que quizá todavía creíamos un poco en los políticos. Luego, intentó parecer triunfal diciendo como un redoble “éxito a-bru-ma-dorrrr” del sí, al leer los resultados del sondeo de Ipsos. Y ésa fue la consigna en las noticias y en los análisis de los contertulios de capilla. Sí abrumador, éxito, refrendo total del Estatuto, “gran fiesta de la democracia”. Zarrías hablaba de un Estatuto que nacía “con toda la legitimidad”, pero la fea abstención no aparecía en los montoncitos de detrás, en la pantalla. La baja participación parecía traída por una nevada, y no por la hartura o el corte de manga de la ciudadanía. Todas las locomotoras de la propaganda no han movido más que a un 36% de los llamados a las urnas. Este Estatuto tan nuestro nos ha importado menos que la lejanísima Constitución Europea. El “abrumador” sí no representa ni el 32% del electorado. Pero la fiesta ya estaba planeada mucho antes. No iban a tirar ni el ponche, ni los globos, ni los discursos, por culpa de los dormidos.


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