El Mundo Andalucía

Elecciones 27-M
La urna catódica

Luis Miguel Fuentes

14 de mayo de 2007

Las primarias, la transmodernización y el pisito

Los municipios parece que los llevan los guardias y los barrenderos hasta que llegan las elecciones y un melonar de caras por las calles nos descubre a toda la gente que hay viviendo en sus escalinatas. Nuestras ciudades no son la polis griegas, con academia, diosa y ejército, sino el último cajón de la Administración abandonado a los tenderos, los agrimensores, los enchufados y los comisionistas. Durante tres años el municipio compra pan de día y recalifica terrenos de noche, y es en el último cuando al pueblo le ponen un sol, un repellado o un tobogán en la plaza como la obra magnífica parida al final de tan larga reflexión. Tres años para cavar en la oscuridad de los nibelungos y otro para pedir el voto o cambiarlo por piruletas. Y en el camino, las mentiras que se desconcharán como soperas.

Comenzó la campaña como otra feria, que algo de gitanillos y algo de taconeadoras tienen todos los candidatos en televisión. Pero la democracia ya no tiene fiestas, sino tristes vomitonas. En los ayuntamientos se ha instalado la era de la corrupción, la dinastía de los billetes de 500, de los lagartos que viven en la grava. En la Nación no hay política sino venganza, odio, pedrea de muertos, juramentos piratas sobre cuchillos y cruces. Ya ven cómo han empezado, queriendo hacer del buen funcionamiento de los semáforos unas primarias de las próximas generales en las que se se van a jugar el cuello los partidos. El PSOE inauguraba su vídeo con la guerra de Irak, con las margaritas de la paz o la paz de los margaritos, y el PP apelaba a la cubertería vieja de las banderas sobre un gentío que parecía nudista bajo ellas. No importan las alcaldías, sino el primer asalto a esta España convertida en Alcázar o en Puente de los Franceses. No sé si contaminan más esta campaña las intenciones lejanas o las mentiras cercanas.

En el arranque de la campaña, donde todos parecen que van a ponerse a blanquear, se diría que había sido dada una orden general de extravagancia. En el especial de Canal Sur, Chaves hablaba de “transmodernizar Sevilla”, última evolución del concepto que les ha servido para guapear de nada Andalucía tantos años. Javier Arenas, por su parte, volvía a entoallarse de banderas “de Sevilla, de Andalucía y de Ehpaña” y añadía que el PP era el partido “de la gente normal”. Los demás, entonces, ¿son anormales o subnormales? ¿Propondrá en su programa alguna clase de medida eugenésica para ellos? Diego Valderas parecía que separaba la colada al decir que eran “una izquierda con valores municipales rojos, verdes, violetas y blancos”, y por último, Julián Álvarez hacía de violinista en la calle, atendido únicamente por los gorriones, gritando que estaban ya “jartos” de lo mismo y de los mismos.

Pero todavía hay un paso de lo ridículo a lo repugnante. Y lo repugnante ha sido lo de los pisitos. El candidato socialista de Espera quería sortear uno en un mitin, pero la alcaldesa de Sanlúcar, Laura Seco, del PP, no le anda a la zaga, con la diferencia de que el mismo Javier Arenas pasó a ver el piso piloto, escoltado de policías o camilleros, y santificó la iniciativa. Están en mi pueblo locos recogiendo solicitudes para un sorteo de viviendas de protección oficial a 120.000 euros que, claro, dicen que se construirán sólo si la alcaldesa resulta reelegida. Además, el resguardo de la solicitud incluye un número para la rifa de un dormitorio de caoba, mucho mejor que un jamón aunque casi igual de carpantiano. ¿No es decididamente repulsivo y canalla? Si les asusta la calaña de esta gente, sigan atentos. Esto promete dar mucho más asco.


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