ZOOM · Luis Miguel Fuentes


La invasión

 

Ahora resulta que nos invadieron. Eso sí, nos invadieron pequeñamente, que es como se invaden los buenos vecinos. Al vecino hay que invadirlo de vez en cuando o por lo menos mirarlo por encima del seto cuando hace una barbacoa, para hacer presencia y que el otro se acuerde de la podadora que no ha devuelto. Estos marines británicos que llegaron a una cala de La Línea parece que lo planearon con todas las ganas y estrategias del vecino mañanero y molestón, como si fueran los Roper. Claro que no es lo mismo salpicar con la manguera que llevar a un pelotón con sus amarrijos de guerra. Por menos de esto, chalés contiguos han ardido y países supuestamente amigos han terminado en ese corte de manga superlativo que es un bombardeo. Pero lo peor es que si el Ejército de su Graciosa Majestad quería presionar con esto al Gobierno británico para que no dejara perder la plaza gibraltareña, igual lo ha conseguido. De ese optimismo glorioso que hablaba de la solución del histórico conflicto para el verano, hemos pasado al igualmente histórico atascamiento de la cosa. Si ha sido así por la invasión dominguera, sería un caso notable de guerra ganada sin tiros y sin perder ni una bota ni una hora, con los soldados muy descansados llegando a tiempo para la retreta.

Los británicos no han tenido al gran Gila ni a Ivá y su puta mili, con lo que esta teoría del plan muy pensado tiene, en principio, más fuerza que la del simple despiste o la chapuza, sobre todo en un cuerpo que se supone de élite y al que no debería vencer una marejadilla o una radio sin pilas. Pero esto nos lleva a la grave situación de que un país que nos coleguea en la Unión Europea y en la OTAN y que tiene a su Primer Ministro de vinos por Bajoguía con el nuestro, luego nos apunta con la pistola, aunque sea medio de broma y sin querer queriendo. Debe de ser que les envalentonó lo del Tireless, esa ballena apuñalada de radiactividad que aquí le consintieron tan felices. Después de eso, mandar a los marines a La Línea como si desembarcaran cartones de tabaco en La Atunara les debe parecer lo más normal del mundo. Con tan amplias tragaderas confirmadas en el Gobierno español, una invasión seguro que no molesta, y así también se va encauzando a Blair, que ésa es misión históricamente asumida por los militares, ya lo sabemos aquí muy bien.

Así que tenemos por un lado a un Ejército británico muy prusiano que se permite hacer invasiones amagadas a espaldas de su propio Gobierno, por otro lado un Gobierno británico que se deja presionar o amedrentar por espadones afeando toda su tradición democrática, y luego un Gobierno español que ya puso a Trillo a seguir la broma y ahora seguramente, ya lo estoy viendo, eludirá el importante conflicto diciendo que fue una cosa de los chavales que se aburrían en los cuarteles y que Gibraltar, que parece un portaviones de piedra, invita a eso, a la invasión y al coqueteo con la guerra, sin que tenga mayor importancia. O sea, más exhibición de tragaderas, lo que hará reír mucho a la Royal Navy pero aquí nos empieza a tocar las narices de abajo.

Gibraltar es ese gran puerto franco y ese abrigo para el dinero pirata y transoceánico que no quieren perder los llanitos, aunque lo disfracen de patriotismo montañés. Pero sobre todo es una gran cañonera mirando al mar, muy sugestiva para militares aburridos y con nostalgias de imperio. Parecía que llegaron despistados como submarinistas, con esa inocencia que tienen los nadadores, y que les asustaron los municipales. Pues no. Era una invasión con la que querían recordarnos muchas cosas. Pero bromitas con pistolas, las mínimas. Y lo digo por el bien de los británicos, que un enfrentamiento de esos marines con los Cobra de La Línea no sé yo cómo acabaría..

 

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