ZOOM · Luis Miguel Fuentes


Arenas descolocado

 

Javier Arenas era el hombre níveo del PP y un poco el contrapeso andaluz y elegante a Felipe González. Aquel partido que parecía sólo de gallegos ganó con Arenas un lado sureño y otra manera de ir en mangas de camisa. Luego, cuando empezó a manejar el PP por sus interiores como una gobernanta, le dio una estrategia en el orden o en el desorden siempre muy personal. Eso sí, Arenas se equivocó en Andalucía, donde ha quedado Teófila dividida y voladora, donde está Antonio Sanz que nadie sabe qué hace en realidad, donde se abrazó a los ex GIL sin importar que olieran todos a colonia sobre muerto. Arenas tiene ahora un ministerio difícil y espinado, que le obliga a ir peleándose con todas las diferentes Españas que son cada una de las burocracias superpuestas que nos hemos dado. Pero Arenas es sobre todo un hombre de partido que lleva la secretaría general como el peinado. Un hombre listo, suelto y duro, en el que, por eso mismo, sorprenden o decepcionan algunas cosas que va diciendo, por ejemplo en la entrevista que Esther Esteban le hacía aquí el otro día.

Arenas anda cayendo en unos estribillos facilones y en unas vaguedades poco cuidadas que hacen pensar que ciertamente les está descolocando este último PSOE efectista y torero. “Cada vez que el PSOE hable de corrupción, se le volverá en contra”, decía Arenas. Seguramente es cierto, pero eso no dice nada del PP, a quien esta frase sin imaginación ni justifica ni salva. Parece que Arenas ve la cosa como una Recopa donde hay renta de corrupciones como de goles, cuando la cuestión es que en política una sola corrupción equivale a todo el campeonato. Vuelve con esto Arenas, además, a esa táctica colegial del “y tú más” que, a partir de cierta edad, queda más bien ridícula, como si fuera llamando gafotas a los del PSOE. Luego, está la muletilla de la “crispación”. “El PSOE está intentando crear un clima de crispación que no existe”, afirmaba. Pero la crispación, o sea la irritación, no es ni buena ni mala por sí misma. Hasta es recomendable que uno esté irritado, incluso continuamente, por la injusticia o los abusos. Lo lógico y lo directo hubiera sido negar las acusaciones del PSOE, pero no caer como primera ocurrencia en ese modismo huero y multiuso que ataca al síntoma y no a la causa y deja, pues, el argumento en una coartada. Lo mismo podríamos decir del truco psicológico del “pasado” y del “futuro”, que es algo que los dos partidos tienen en las fichas con los nombres cambiados. “González y Zapatero representan el pasado” es otro eslogan como un florero. La segunda modernización de Chaves usa del mismo esquema e intención y por eso nos da tanta risa.

“Agradezco a López-Amor y a [Francisco Antonio] González su gesto, porque nosotros no sólo cuidamos la ética, sino la estética”, dijo también Arenas. Pero no ha sido la renuncia de estos diputados a asesorar a empresas privadas ningún comedimiento ético, sino un repliegue obligado por esa espada de la vergüenza que es a veces una primera página. Por  mucho que insista Arenas en que la situación de estos dos señores era legal, resulta muy difícil contemplar sin asco el que un ponente de la Ley del Suelo asesore a una empresa inmobiliaria y el que otro diputado, miembro de la Comisión de Interior, lo haga con la firma que ha instalado las alarmas en Moncloa como carísimas luces de Navidad. Arenas parece no darse cuenta de este asco y apela a la laxa ley por encima de una inmoralidad evidente para toda la ciudadanía.

Javier Arenas, sin brillantez en su discurso, recalando en tópicos o vulgaridades, nos demuestra que el PP no está reaccionando con inteligencia a la ofensiva del PSOE, que puede ser sólo postura y paseíllo pero está gustando en el pueblo y eso puede terminar para algunos, si no se espabilan, en tormentón y en descabalgamiento.

 

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