ZOOM · Luis Miguel Fuentes


La ruptura

 

Entre columnatas invisibles y banderas como trigales, Chaves dio su discurso de fin de año, que fue una cosa amorosa, hueca y como belenista. La política pasa su tiempo yendo de los coros lelos que son los discursos a los asesinatos tras las cortinas, y en este elegante paseo se va todo, sin que quede lugar para más. El discurso de Chaves estuvo ligero de política pero redondo de futuribles económicos como fantasmas dickensianos, además de otros panteísmos navideños, o sea que fue una rato perfectamente prescindible. Pero tuvo esa ligereza o frugalidad política porque estaba toda la Autonomía en el aire, pendiente de una negociación con el providente Gobierno Central, y había que llenar con otros ornamentos el espacio que habitualmente le otorga el presidente andaluz a la confrontación y a los pechazos. La negociación, al final, se fastidió o la fastidiaron. Ni las transferencias de las políticas activas de empelo, que es como el último candelabro de la herencia autonomista que queda por facturar, ni ese dinero que perdimos cuando Chaves no quiso acogerse al sistema de financiación autonómica y que ahora él pone casi como un robo. Ninguno de estos dos conflictos principalísimos tuvo su resolución. Ahora se cruzan culpas, se buscan saboteadores en el otro lado, pero todo vuelve a ese equilibrio de la guerra antigua y de los adversarios tiesos y felices de serlo. Pierde el pueblo, pierde Andalucía, pero están los campeones altivos mirando cada uno para su mapa, pues la lucha es la patria del soldado y más satisfacción que la paz trae siempre que persista el enemigo.

La mayoría de las veces, basta el sentido común para desarmar a los políticos, sean del signo que sean. Aplicando esta sencilla norma, vemos que si es de justicia esa transferencia que falta como una última moneda, y si los tribunales han reconocido que el dinero de la financiación autonómica que Chaves despreció debe pagarlo de todas formas el Gobierno Central, ¿qué demonio de negociación hace falta? Si negociar significa renunciar a unas cosas a cambio de conseguir otras, se está admitiendo tácitamente que no es cuestión de justicia, sino de la arbitrariedad de unos y de otros. Quedaría así el Gobierno concediendo la transferencia y el millonaje no como un derecho, sino como una regalía o un trueque (¿qué contrapartida podrían pedir aquí?). No nos engañemos. No hace falta negociación, sino una firma y un cheque gordos. Simplemente con eso, el Gobierno Central acabaría con todo el conflicto tan fácilmente como si mandara hacer una fotocopia. Piensa uno, más bien, que esa negociación no ha sido sino escenificar una ruptura ya pensada, igual que los desenamorados montan una escena con la vajilla para poder justificar el portazo.

Los plazos, dicen que ha sido por los plazos de los pagos. Pero nadie renuncia al dinero por una cuestión de plazos, a menos que no lo quiera porque prefiera seguir yendo de víctima, de pobre y de violinista en la esquina. Ninguna de las dos partes ha querido resolver nada. En el Gobierno Central se nota por la facilidad de una firma que no han querido poner, que para eso no hacen falta ni comisiones mixtas ni reuniones vaticanas ni otras ceremonias con botafumeiro. En el Gobierno andaluz se nota por la espantá y porque sabemos que la confrontación les resulta electoralmente rentable y estéticamente vistosa, que ahí está todo el romanticismo y el atractivo del perdedor y del humillado. Cuando los colores no coinciden, las administraciones se putean, y esto es un dogma tan verdadero como miserable de nuestra política. Con esta ruptura están muy contentos y bacilones tanto Chaves como Arenas, ya que a los dos les sigue suministrando munición para sus pendencias. Los que perdemos seguimos siendo los andaluces, que ya estamos acostumbrados a que nos jodan desde todas las posturas y todas las oficinas.

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