ZOOM · Luis Miguel Fuentes


Muere el campo

 

En Almería sacan los tomates en ataúdes, olorosos y frutales como niños muertos,  los llevan en hombros como a la fresquera del más allá. Al campo le están falleciendo todos los hijos cuando son solamente un tallo, y su gente no puede más que pasearlos ciudadanamente por las calles entre velas de manzana y panales de margaritas, por si eso conmueve a los políticos. Pero nuestros políticos son raros, despliegan todas sus fragatas como a bailarinas o encolerizan cervantinamente a un ministro para salvar un matojo y un peñasco, y luego andan dóciles, distraídos y tardones por los despachos europeos, cuando hay en juego bastante más que una bandera contra el sol y la virilidad de los sargentotes.

Marruecos, que se maneja muy bien en todos los zocos, siempre acaba colándonos sus tomates y prometiéndonos un camello que no llega, quizá porque allá por Bruselas está el aciago Fischler, que es de un lugar donde no hay campo sino que todo el suelo es de contrachapado y al hablar de tomates se los imagina en la lata y con las caras de mariachi que les pone la propaganda. Estamos en manos de este Fischler que no distingue el aceite de oliva de la manteca colorá, y si sólo se le contrapone la pachorra de Arias Cañete, nos van a colar otra vez muy ladinamente lo que quieran, un alfanje en el costado o una cabra vieja. Ahora, que es cuando hacen falta los cojones, y no en lo de Perejil, veremos cómo el Gobierno defiende nuestro campo en Europa, a ver si usan el veto como un cañonazo o acaso esperan otro tiempo duro de levante para que la épica vuelva a quedárseles en barcarolas de marineritos.

Escenificaban el otro día en Almería la muerte del campo, como un vía crucis con pepinos, justo cuando el Gobierno sigue con la reforma de la reforma del subsidio agrario que va por la novedad colegial de convertir a los jornaleros en confiteros, que por lo visto quieren darles unos cursos para que prueben otra vida y no estén en la tasca esperando al capataz. El PP cree que no pasa nada si no hay nadie para trabajar en el campo, quizá porque Ana Botella les ha dicho que al jornalero que se lave y deje el subsidio le vendrá un ángel a arar, como a San Isidro. Del campo visto de muy diferente manera, sin embargo, me hablaba hace poco Paco (nombre ficticio), que lleva casi 50 años de jornalero en las viñas, desde que tenía 15. Paco ha dormido sobre esteras en los cortijos y ha conocido el Socorro, que les daba cuatro perras por baldear las calles cuando no había faena en la viña. “Si quitan el subsidio, quitarán a todos los sinvergüenzas que hay aprovechándose, pero al que sea bracero de verdad, lo matan”. Me contaba Paco que ya es difícil para los manijeros encontrar especialistas, gente que sepa podar o injertar. “Somos todos de cincuenta y tantos años para arriba. Sin el subsidio, ¿qué joven se va a preocupar de aprender las faenas, para luego trabajar 100 días al año? Se van a cargar el campo”. Y seguía Paco: “A las empresas les interesa tenernos así, echando las temporadas, de la vendimia a la poda, de la poda a la castra, trabajando siempre muy deprisa, pagándonos nosotros la seguridad social para que ellos puedan presumir de ganaderías y caballos. Que nos contraten todo el año, los de las grandes viñas y latifundios, que trabajo hay, y verás cómo no hace falta ningún subsidio”. Y todavía siguen algunos diciendo que la culpa de que Andalucía no avance es del PER.

Los tomates en los ataúdes, con la pulpa estallada, y los jornaleros en aulas de marquetería, que se les vea así la voluntad de encontrar otra cosa. Ciertamente parece que andan empeñados en ver muerto al campo andaluz. Aunque ellos creen que lo que les quedará será un feliz cuadro de caza lleno sólo de mastines, escopeteros y merendolas. Y en el tajo, quizá, ¿sólo inmigrantes?

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