ZOOM · Luis Miguel Fuentes


Las calaveras

 

La gente como arena o un agua gruesa, tomando las calles. Pero millones de mimos, maestras y barbudos no han cambiado el brazo tensado del metal que ya cae por su propio peso, un peso de yunque y catástrofe. Nuestro Gobierno, por mucho que disimule, se ha aliado con la extrema derecha americana, que quiere a su Dios pisoteando aldeas y quiere el galón de gasolina a dólar. Pero no hay aquí lucha de civilizaciones, esto no es Occidente contra los piojos, sino USA que ha decidido utilizar todos sus muertos oficinistas del 11-S como excusa para hacer del planeta su patio, su despensa, su corral.

Resulta espeluznante ver a Aznar calcarle las palabras a Bush, hacerle de abogado con botines, enarbolar eso de la legalidad internacional. Pero, por todos los dioses, ¿qué es la legalidad internacional? Nada excepto cinismo es la política exterior. La supuesta legalidad internacional es un invento como el esperanto, voluntad inútil, mudez con diccionarios. La prueba es que los intentos de crear un verdadero Tribunal Penal Internacional son bombardeados por los mismos (ellos o sus lacayos) que ahora traen tantas circunspectas legalidades y resoluciones. La ONU es una cristalera y el Consejo de Seguridad una timba de cuatro donde siempre se han jugado países a la carta más alta. También estaba ahí la ONU mientras Estados Unidos quitaba a Allende de en medio y ponía a Pinochet con bigote y picana. Y también estaba la ONU mientras Estados Unidos le daba a Sadam todos los matraces, microbios y bombas que ahora quiere quitarle. Y pueden seguir los ejemplos, recorriendo Iberoamérica, África, Oriente, todo el planeta como un parchís de muertos. ¿Dónde estaba en estos casos la legalidad internacional? ¿Era la misma o ha cambiado? No hay legalidad internacional, más que como paripé. La democracia siempre ha funcionado de puertas hacia dentro: fuera se podía asesinar, conspirar y dar los gobiernos a los carniceros y a los traficantes. Por eso la ONU es un party de traductores y sólo los necios o los malvados pueden sacar de ahí leyes universales. El tirano Sadam no es mejor ni peor que otros muchos a los que la “legalidad internacional” no ve porque los mapas son un lío de colores. Pero está la inmoralidad de una caravana de muertos en babuchas por venir, con madres portando sus hijos como cántaros de arena y sangre.

Aznar no puede convencer a nadie con esas resoluciones llenas de puntos y subapartados. Aznar ha tomado su postura no por las leyes sino porque estando al costado del poder crece mejor el trigo, aunque ahora desande y baje escalones. Y tanto se ha empeñado en eso que no le importó que el pueblo le tirase las pancartas a la cara. Lo he dicho muchas veces: este sistema nuestro no es más que una aristocracia electiva que cuando ha llenado el Parlamento de pulsadores automáticos sólo se maneja en el despotismo ilustrado. Es el famoso cheque en blanco por cuatro años. Y todavía su inmundicia intelectual les hace sentirse muy demócratas. Pero toda España estaba atascada de rabia y gentío el otro día. Quieren hacer como que no pasa nada, pero era nuestro sagrado sistema de representación lo que se tambaleaba sobre los adoquines y las fuentes del país. Hay que tener cuidado con el gentío, porque está años o siglos funcionando silenciosamente, dedicándose a sus alfarerías, y un día sale a la calle, derroca reyes, acuchilla caballos, hace revoluciones y vuelve para la hora de comer. Aznar está despreciando a la gente porque cree que sólo son bulto y rojerío y que llevar un Estado es otra cosa. Pero se equivoca, y seguramente se enterará. Aunque es cierto que la Victoria pone armaduras de oro y los vuelve a todos guapos. Ya veremos si en España nos deslumbra la Victoria o, por contra, somos capaces de recordar las calaveras.

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