ZOOM · Luis Miguel Fuentes


La propaganda

 

Chaves sale muy repetido en Canal Sur, va inaugurando murales y acequias, liceos y asociaciones de peritos, hace discursos intercambiables, firma en un libro de oro de cualquier cosa, le cuelgan una banda como a la más guapa de las calvas de la barriada. De esto se viene a quejar, bendita inocencia, Antonio Sanz, que tiene a un pasante cronometrando cuánto sale cada político en La Nuestra y ha visto que a ellos los sacan poco y además haciendo mojigangas. Chaves sale un 600% más que Teófila en Canal Sur y pronto alcanzará al tombolero Agustín Bravo en cuota de pantalla. Nada me sorprende esto, ni lo de Chaves ni lo de Agustín Bravo. La gran mecedora que es Canal Sur va de la propaganda a los programas de asilo y tapergüé de Consuelo Berlanga, María del Monte o el sobredicho Bravo, y en eso consume el minutaje y los millones del contribuyente. Alguien buen conocedor de los pasillos palatinos de Canal Sur me dijo una vez que “allí estaban veinticuatro horas al día al servicio del Partido”. Esto incluye, muy jesuíticamente, una parte de doctrina y otra de atontamiento. Impecable Canal Sur en esta interpretación de lo que debe ser un medio público.

Antonio Sanz se queja con razón y hasta le hace un coro de guapas María José García Pelayo pidiendo en los juzgados que se vigile la “pluralidad” en la tele de Pacheco, Onda Jerez. Pero el problema va más allá estas dos emisoras-juguete, de la provincia, de nuestros caudillos eternales y de la picajosidad de esta precampaña de echarse muertos y cataclismos a la cara. Los medios públicos siguen siendo el gran dragón enroscado como un mastín a los pies del poder político, y forman parte, al igual que el transfuguismo, por ejemplo, de eso que yo llamo “maldades intercambiables”, o sea, visibles negritudes de nuestro sistema que nadie resuelve porque les asiste a unos y a otros por turnos o comunidades, y son unos caballitos de subibaja contra los que se protesta o en los que se cabalga según convenga. Sanz tiene razón, pero los partidos pidiendo pluralidad a los medios públicos siempre quedan falsos y tuertos del ojo que les toca.

Rafael Camacho pasó de la portavocía política al manejo de Canal Sur; al revés, Pío Cabanillas pasó de delinear los espejos multiplicados de la Radiotelevisión Española a improvisar retruécanos con el flequillo como ministro portavoz. Son puertas que se comunican sin dificultad y sin pudor, son agentes que se deslizan de una a otra cátedra líquidamente porque en el fondo la tarea es la misma y está el mismo jefe pidiendo explicaciones y resultados. Y esta usanza, convertida en norma por el tiempo y la lasitud de una ley apocada y eufemística, no hace distingos con partidos ni autonomías. Si Chaves sale en Canal Sur como otro logotipo redondito, a Aznar lo sacan en TVE altísimo, esportivo y cesáreo. Si Tom Martín Benítez le echa piropos a Chaves y compara la voz de Alfonso Perales con la de Alejandro Sanz (le sirvió esto a Javier Caraballo para uno de sus más célebres Lapidarios bobos), Urdaci le hace a Aznar unas entrevistas dóciles y borbónicas, según requerimiento, llevando, si hace falta, las unidades móviles hasta la Moncloa como un palanganero.

En los días de campaña, las televisiones públicas cumplirán la Ley Electoral o lo fingirán, como ya hizo Canal Sur. Pero el resto del tiempo van a lo que van, y dudo mucho que alguien le meta mano al asunto y legisle por fin para encadenar al poderoso dragón, tan fiel y útil. Curioso resultaría ver qué hace Zapatero con Canal Sur si, como promete, un día le pone el cascabel a este gato. Mientras, los medios públicos –todos-- siguen siendo la orquesta de cámara de la corte y una propaganda que les pagamos a los que mandan. Mejor enchufen el Disney Channel.

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