Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

27 de noviembre de 2003

'Himnovaciones'

Si se quiere que una idea acabe en escultura o en partida de billar, lo mejor es ponerle un comité. El comité es el balneario de los burócratas y el olimpismo de flojos de los políticos. El comité da libros blancos, documentos base, toda una literatura de mecanógrafo desglosando obviedades, consumiendo tinta y presupuesto para llegar circularmente a la conclusión de la que se partió, pero con muchos recibos por el medio. Así trabajan los políticos y los fontaneros. Un comité, además, es una manera de catedralizar las tonterías e investir de solemnidad desde un socavón hasta un pin. Al respecto, no me resisto a recomendarles una genial parodia de Les Luthiers, esos bailarines del humor, titulada Himnovaciones, que nos cuenta los avatares de la Comisión para el Mantenimiento y Actualización Permanente de la Canción Patria, la ínclita CMAPCP (pronúnciese tal cual). “A partir de ahora el país cuenta con una nueva e importante comisión, un gran aporte para nuestras instituciones”, decía Daniel Rabinovich como si fuera Zarrías. No encontrarán ustedes mejor burla del papanatismo, la mediocridad y la petulancia de los políticos que esta pantomima de esos argentinos impares, quedones e inteligentísimos. La Segunda Modernización o la acuosa reforma del Estatuto podrían quedar representadas en esta aventura de unos políticos berzotas que encargan un nuevo himno a un compositor pachanguero e inepto, “adicto al partido”.

Pues henos aquí que, sin ser chiste, la sociedad del conocimiento tiene ya su comité aprobado, otro “gran aporte para las instituciones” que empezará por consensuar un logotipo, elegir miembros, fijar un calendario, disponer los medios, regular las estrategias, establecer las prioridades, sentar las bases y todo eso que consumirá en memorándums toda la energía del monstruo. Creo que fue Balzac el que dijo que la burocracia era un mecanismo gigantesco operado por enanos, con el matiz de que cuando ese mecanismo consume la mayoría de los fondos públicos para dar sólo silabarios de buenas intenciones, empieza a ser criminal. Hay dos necedades en esto del Comité Andaluz para la Sociedad del Conocimiento (CASC, pronúnciese tal cual): una es el propio comité como divertimento larguísimo de secretarios, y otra la majadería misma del concepto “sociedad del conocimiento”, modismo que no se refiere a la epistemología, sino que parece que quiere significar alguna modernidad electroacústica o informática. Empezar confundiendo conocimiento, o sea, aprehensión de la realidad, con manejar el Google, es fundarse en la ignorancia, y a partir de ahí cualquier cosa puede ocurrir. A ver qué sociedad del conocimiento puede salir impulsada por estos analfabetos. Ellos se refieren a enchufarse a Internet, pero esto no necesita comités, sino una roseta de teléfono o que venga a la puerta la muchacha de Ono, más, claro, que llegue el sueldo, que es donde fallamos en Andalucía. Otra cosa es si con sociedad del conocimiento quieren decir lo que nos ofrece Canal Sur, que tampoco es aprehensión de la realidad sino una ventana al mundo de la piruleta entre basurilla poco deglutida. Pero no, este comité vuelve a ser otra manera de hacer distracción y gasto, de darle dietas a los “adictos al partido” hasta llegar a alguna presentación con videoconferencia, que es lo importante y no que aquí estemos con unos indicadores económicos como zulúes. No sabemos si para sus himnovaciones Les Luthiers se inspiraron en la política argentina o en la andaluza. Lamentablemente, no creo yo que haya mucha diferencia.

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