Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

4 de marzo de 2004

Voto útil

Con un traidor de más o de menos, con un enemigo con barba u otro con babero, todas las campañas se parecen y siempre hay un momento en que alguien llama al voto útil, que es, nos dicen, el voto bien invertido, el voto que pesa, el voto para hacer una gran pirámide y no una pequeña canción de campamento. Habría que aclarar, ante todo, que el voto es utilísimo para los políticos pero es cada vez más inútil para el ciudadano, y éste es el verdadero problema, un problema de perspectiva o de foco mal puesto. Este concepto de utilidad está dado la vuelta, está mirado desde los pies. Se pretende que el pueblo les construya holgadas trincheras a los partidos más numerosos cuando el pueblo lo que tiene que hacer es quedar retratado en el Parlamento en todas sus alturas y gradaciones de feos, rojos, pijos, descontentos, banqueros, revolucionarios, tibios, curritos y poetas. Esto da para muchas posturas, para muchos discursos y para muchos partidos, y es un florido guateque que nos están hurtando con el cuento de que para ver hermosas batallas con elefantes y fragatas hay que colocar a un gigante contra otro gigante, y que tiemblen las montañas. En elegir un malo y luego buscar la piedra más gorda para desnucarlo no hay una democracia más perfecta, sino una especie de futbolerismo de la política. Pero algunos partidos han terminado concediéndose ellos mismos la cima de la democracia y desde allí todo lo demás les parece un concurso de hormiguitas.

Ir en fila con el voto útil es como ir a la eucaristía del bipartidismo, y eso es sustituir toda la riqueza de las ideologías por un encuentro de tenis. El bipartidismo suele acabar con el país dividido en dos clubes que sólo se diferencian en su domingo y su mascota, y ahí tenemos el paradigma de USA. Demócratas y republicanos son ya casi lo mismo (la opción verde de Ralph Nader la ven allí sólo como la locura de un saltimbanqui). En USA, el presidente quitó la asistencia social a 10 millones de personas, amplió a 60 los delitos que pueden llevar a la pena de muerte y firmó un proyecto para prohibir los matrimonios homosexuales. ¿Fue Bush II? No, fue Clinton. Así de planas deja las cosas el bipartidismo. Aquí hemos visto al PP pedir el voto de la izquierda y a los socialistas llamar a los más medianeros de IU por desbancar a la derechona. Pero la democracia pierde siempre con los figurones y con resumir el país en un combate de sumo, que todos van como los mismos calzones. ¿Acaso no es igual el discurso del PP en Andalucía que el del PSOE en Madrid, y al revés? Los partidos pequeños no son el estorbo para ninguna eficacia, cada papeleta es sagrada como un beso y lo que hay que hacer es votar en conciencia, que es la única dignidad que nos han dejado los políticos, no ir con el voto útil como un ladrillo para hacerles el hotelito. Vote usted al Partido Humanista si se considera humanista, sea lo que sea eso; vote usted a Pimentel si cree como él que este sistema de partidos como petroleras no sirve ya; vote a Pacheco si confía en un andalucismo de un solo patio; vote a IU si su corazón es del rojo de siempre; vote a los Ciudadanos en Blanco si está hasta los cojones; vote a su sigla novecentista, republicana o hasta facha, a su partido rarito de salvar armiños o carlistones. Vote a quien quiera, esa libertad pequeña y fundamental, vote sin mirar las sumas, y así a lo mejor un día salvamos esta democracia de caudillos, cabezudos y tenistas.

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