Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

25 de marzo de 2004

Efecto ZP

Ya están hablando del “efecto Zapatero”, algo así como una campanilla que llama a reajustar los continentes y a endulzar Europa de buen rollito. Desde USA lo llaman cobarde, con formas que concuerdan muy bien con los que han convertido el planeta en un saloon. Zapatero parece que ha tomado en la política internacional ese papel de maestrito en una del oeste, un poco como aquel James Stewart de El hombre que mató a Liberty Valance, papel que enternece a las mujeres y solivianta a los vaqueros de verdad que duermen en el caballo y le ponen al revólver el nombre de la chica o al revés. No dejan de decirnos que con ZP es como si llegara a la presidencia del gobierno un chico madrero y de primera comunión. Todavía no ha podido librarse de sus metáforas de blando, Bambi, Sosomán, a pesar de que venció al atardecer a los de la mala leche y el traje de enterrador. Es bueno que alguien empiece a salir en la CNN diciendo que hay que cambiar la manera de hacer política exterior, porque es verdad y eso lo sabemos desde que vimos agotado el viejo orden de posguerra. Pero hay otro efecto ZP que es el que nos interesa por aquí, y del que dudamos más que del terciopelo que pueda tender sobre los océanos.

Nada más bajarse de la diligencia, ZP nos ha prometido otro talante, otro cielo y otra orquesta. Eso, de Despeñaperros para arriba, puede sonar a arpa dulcísima, pero en Andalucía, donde el gobierno eternal del PSOE ya se ha convertido en un auténtico Régimen, sabemos que a los viejos lobos les cuesta cambiar de postura igual que a las esfinges. La transparencia, la cortesía, los políticos con guante de baile, por aquí nos son extraños como unicornios. Se pregunta uno si el efecto ZP llegará a Andalucía y acabará con los comisarios de partido, con el “qué hay de lo mío”, con la portavocía de Canal Sur, con el trabajado tricotaje del clientelismo y con eso de que el carné del PSOE sea una tarjeta VIP para todos los chiringuitos de la Autonomía. Que puedan entenderse los diversos mapamundis que ahora se pelean, que hasta los moros malos se conviertan en tragasables, casi parece más fácil que el que esta política nuestra se dé la vuelta como una cordillera. La ONU tiene pasillos menos largos que San Telmo, y eso a lo mejor Zapatero no lo sabe o no lo quiere saber.

La Historia ha llevado al poder a un político que uno cree honrado, pero el pececillo que es ZP estuvo muy vigilado con hambre y con saña por toda la rancia gatunería de su partido, y no sabemos si le quedan hipotecas por pagar ni si está en condiciones de apaciguar a los visires que todavía le hablan con dagas tras las columnas. Fuera tiene un mundo hirviendo y dentro se enfrenta al reto de no dejar que se pudra el país y de cambiar la manera de hacer política. ZP se encuentra con una oportunidad histórica, igual que su advenimiento, de dejar su perfume juvenal y de mantequilla sobre flores muertas. Lo estamos deseando, el país lo necesita. Que empezara por prescindir en su gobierno de lo que queda del PSOE más tremebundo, ayudaría. Pero en Andalucía estará su prueba, su dragón. Aquí, donde seguirán Zarrías o el patibulario Caballos, antítesis de la espirituosidad de ese primer Zapatero que vimos ganador entre micrófonos y féretros. Aquí se medirá de verdad el efecto ZP y entonces sabremos si es posturita o revolución.

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