Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

29 de abril de 2004

El talante

La cuestión es el talante, las formas, el poner bien los cubiertos y el resto de la política de institutriz que ha llegado con la primavera. Falta Mary Poppins de ministra, quizá. Aznar instituyó el cabreo como el más alto grado de la política, era un sargento de cocina que enseguida mandaba a la oposición a fregar un perol grande como una fragata porque decía que no servían para otra cosa. Aznar era demasiado bajito para chulapo y demasiado oficinista para condeduque, y en intentar ser las dos cosas se le fueron dos legislaturas. Fueron ocho años en que creció el dinero, subieron al castillo de popa los Legionarios de Cristo y el abuelo histórico que llevaban dentro mandó zurrar a los rojos, a los radicales, a los traidores y a los saltimbanquis, que son todos unos guarros y se dejan una uña larga para ir matando a España con diminutas estocadas de roña. De esto hemos pasado a la terapia de la sonrisa, al balneario de sus señorías y, casi, a que rule el canuto. Zapatero puede ser un poco como Ronald McDonald y eso es posible que dé el cachondeo que decía Rajoy o una nueva época en que la política nos caiga simpática en vez de darnos grima, que a lo mejor merece la pena el intento.

Además del talante, hay que gobernar, decía Rajoy, y es como si el gallego quedón y medio inglés creyera que sólo se puede llevar el país como un jesuita que da reglazos y clases de trigonometría, y lo demás fuera caos y libertinaje. Pero uno cree que el talante, ese croquis previo que se tiene de cómo dirigir lo público, es fundamental en política. Una vez arriba, se puede ver el país como un alcázar conquistado o como una casa común; se puede mirar al pueblo como una gran vacada que no sabe nada o como una ciudadanía que palpita. A partir de aquí, pueden salir leyes estilográficas o leyes vivas, pueden salir elites glotonas o servidores públicos, pueden salir reyezuelos o pensadores. Ahí es donde se verá o no el talante de ZP, más que en que ceda el paso por los pasillos del Congreso y haga pajaritas de papel con los discursos. De momento, lo de ZP es una coreografía y hasta que no se haga movimiento poco sabremos lo que guarda en los bolsillos. Ejemplo: aún no ha mencionado siquiera ZP uno de los problemas mas graves de nuestro sistema: la ley del Poder Judicial con la que ejecutaron a Montesquieu como a un corsario y que sigue haciendo de los altos tribunales un book de señoritas.

En Andalucía, la situación es otra. Chaves y sus prelados no sólo no se parecen a ZP, sino que fueron sus enemigos en el congreso de su santificación y siguen representando a la jauría que quería comerle los tobillos y borrellizarlo a base de estricnina en el rapé, como en una cosa de la señorita Marple. Ponerle ahora buen talante a Zarrías, ese intrigante de los aparatos, ese consigliere con el que tiemblan las agrupaciones provinciales, sería como quitarle el bigote. El buen talante no puede imponerse como una ortodoncia ni ser otra muda que te pones, sino que se ve venir como los huracanes, y aquí hemos tenido veinte años de huracanes que no se van a convertir en un retozo de cisnes así como así. Si Aznar, ese contable triste, esa cosita que vino de Valladolid, pudo un día mandar en el PP hasta convertir una decisión personal como el apoyo a la guerra de Irak en un rezo de todo el partido, lo que esperamos es que Bambi Zapatero sea capaz de llegar al sur de Despeñaperros. Con su buen o regular talante, siempre será mejor que lo que tenemos aquí. Hacer eso sin un buen fregado de los viejos sociatas andaluces va a ser lo complicado.

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