Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

  17 de agosto de 2004

Carmina

Al personal le gusta que los famosos mueran entre cuervos. En el chiringuito, la venganza de clase viene con la prensa rosa rozando los tanatorios y los camellos, la muerte manriqueña y la miseria que nos iguala a todos al final por los pies. Nunca está más unida la plebe que en el linchamiento, y el héroe fracasado o la princesa empastillada son un banquete. Quizá es lo único que nos salva de una revolución: que de pronto caiga un rico borracho por un terraplén, con una puta o con un aeroplano; que el niño de papá amanezca con la vena punzada; que echen al señorito a la cuneta desde la mesa de blackjack; que muera la guapa con la cabeza contra el bidé. El pueblo está deseando prenderle la melena a la bruja aunque no sea bruja y arrancarle el dedo con anillo al hijo del marqués o del obispo. El pueblo es carroñero y gusta de la horca. Pero no es sólo hambre de maruja, no es sólo la necrofagia de las planchadoras. Y no sólo son los famosillos de sarao, ni los banqueros bujarrones, ni los guitarristas con farlopa. También en las cancillerías vieron pudrirse con gusto a héroes de verdad. Cuando Yuri Gagarin, el primer cosmonauta, el Apolo soviético hijo de un carpintero y una ordeñadora, se cayó harto de vodka desde un balcón mientras acosaba a una camarera, sonrieron en el Kremlin.

Carmina Ordóñez, manola con peinado de estocadas y crucifijos, purasangre de mujer española, guapa y facha, pija y rezadora, leona y mariana. La casta de los toreros está llena de machos folladores y hembras trágicas. Hay gente que parece haber nacido o muerto para el romancero. Quieren hacer de ella una Marilyn con pena y asco, otra leyenda de expirar entre los plásticos con la sangre envenenada, con la papada azul y el corazón estallando en un clavel. La han puesto a morir en el váter como los boxeadores viejos y las hembras baratas. Le han diseñado un carromato de loca y de perdida, todo ese ruin fetichismo que tiene la autodestrucción humana. Quieren hacerle una muerte sucia, están deseando que su muerte sea sucia porque ahí ya hay tema para otra temporada y comida para muchos cormoranes. Sobre su cadáver todavía vuela el dinero como sobre un muerto siciliano. Tiene viudos apócrifos, managers con botines, canalla rondando, galgos tristes a sus pies, enterradores que buscan los collares, ajustadores de cuentas, plañideras de pasarela, rebuscadores de hígados y anunciantes de la tele. Para este país que se come a sus caballistas, al que le gustan los cuernos con apellido, el sudor de las ingles en los cortijos, las matanzas con escopeta y los famosos que se convierten en enanos o en ludópatas, Carmina, la muerte derrotada de Carmina, está siendo el bocado del verano. Muertos con camello, preñeces y ucis, es la fruta con moscas que alimenta a España. Si esto es venganza de clases, ya hemos llegado a lo más bajo antes de poner la guillotina en la plaza.

Carmina Ordóñez quizá sólo fue una mujer desgraciada y sola. No da el tipo para ser una virgen suicida, pero tampoco seguramente para ser el guiñapo muriendo sobre ceniceros, jeringas y cartones de bingo que nos quieren pintar en la tele de las babas. Mientras haya dinero en juego, Carmina morirá muchas veces y de muchas formas, apoplejías y miserias diferentes. Al personal le gusta que los famosos mueran entre cuervos, con los labios en el fango y las bragas en los tobillos. A algunos les hace sentir mejor. Carmina, la Divina... Están entre pudrirla y enamorase de su cadáver como del de Evita. Las desgracias de los muertos, cuánto huelen y cuánto satisfacen.

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