Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

12 de mayo de 2005

Pata negra

El jamón, que es el sueño de los pobres, su unicornio comestible, el jamón que sale tanto en los chistes de hambre, entre Carpanta y Paco Gandía, que sale en las películas de Miguel Ligero, que sale en Los Morancos por ausencia, como pasa a veces con los fantasmas o las suegras, ese hueso pelado, perpetuo, metafórico, que arrían sobre una olla como la del Piyayo en casa de Omaíta, cuadrándose igual que en un portaaviones. Quizá toda Andalucía fue o es el hambre de un jamón, que es el único violín que desea el menesteroso (esto del violín y el jamón, o algo parecido, me parece que ya lo dijo Gómez de la Serna). Toda Andalucía en los jamones de Morena clara, toda la separación entre clases como entre carruajes, del señorito a la alpargata, en ese tener o no ese cochino aristocratizado, adornando la cocina como adorna la cabeza de un rinoceronte una chimenea. Hay nombres puestos con tino y con guasa, como las operaciones de la Guardia Civil, y estas productoras de televisión “pata negra” del cenáculo sociata, que se llevan toda la matanza para casa, retoman el más viejo insulto al humilde, que es refregarle por la cara las comilonas. Mientras la charcutería que es Canal Sur echa mortadela al pueblo con sus programas, el jamón de pata negra, salado con millones, se va para los amigotes. Pero ese jamón que se jaman cuatro lo hemos pagado todos, con lo que la jamonada es más choriceo que otra cosa.

Hemos vuelto al jamón como frontera, lo que distingue al triunfador del muerto de hambre, más que eso que pusieron también el Canal Sur de los coches de caballos. Seguro que lo recuerdan: toda la mañana en Canal Sur era como el salón de un rejoneador o un bodeguero, y en La Maestranza unos carruajes que llaman enganches por quitarle peso al clasismo, se desenvolvían por el ruedo como en una cosa de la Cenicienta o de la reina María de las Mercedes. Junto a señores donhilariones y damas participando en un concurso de mantillas, con un jurado compuesto como por señoritas de la Cruz Roja, estaban los cocheros con pinta de comer a navaja. Toda esta distancia de las clases, con el sol sevillano quitándoles el pudor, con la tele socialista componiendo romances, haciendo de los caballos duques y de los establos lagos con cisnes, es nada para los señoritos jamoneros que ha formado esta Andalucía de compadres. Entrar en Canal Sur, ese museo del jamón, como directivo, como presentador “adicto” (esto de “adicto” lo dijeron Les Luthiers por “adepto”, en una célebre parodia sobre la imbecilidad de los políticos), ya es tener el carné para el economato gratis total de la vida. Así se explica que los ex mandamases de Canal Sur vayan por ahí como con una primitiva que les toca cada semana. O que programas hechos sólo con una lámpara de mesita de noche, como el de Joaquín Petit, den para tener barcos atracados. Así se explica uno que Manuel Campo Vidal, al que todavía le pagan los servicios prestados en algún debate electoral, ande muy principesco por un concursito para cursillistas. Igual que Paco Lobatón por entrevistar a mujeres acuchilladas y a gente caída de la azotea. El reparto del jamón, ahí nos volvemos a definir. Siempre habrá los que tengan y los que no. Ahora, los que tienen se dicen de izquierdas y progresistas, pero se lo han quitado al pueblo. Es lo de Morena clara al revés. Y sin el fiscal, claro.

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