Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

19 de mayo de 2005

Los malos

Mientras escribo me mira Darth Vader, que es el mal encerrado en una cafetera eléctrica, malo tuneado que se asfixia de poder y de calor. Me han regalado un Darth Vader de cartón, casi de tamaño real, que le pone al cuarto un ala negra y un hacha suspendida. Los malos siempre son más interesantes, complejos, densos y estéticos, en la literatura o en el cine. Entre los ángeles en zapatillas de Frank Capra y el reverso tenebroso de la Fuerza accionado por pistones, uno se queda con lo segundo porque nos habla más y mejor de la naturaleza humana. George Lucas mezcló el western, las novelas de caballerías, la historia de Roma y la mitología clásica (¿no son los mellizos Luke y Leia un poco como los Dioscuros?) para dar una fábula nueva y veloz sobre algo tan viejo como el ajedrezado de la lucha del bien y del mal. Tan eficaz como arquetípica, casi decepciona el postrer arrepentimiento, la redención del malvado Darth Vader, que al final sólo era malo por culpa de unas gafas de sol exageradas. Pero el maniqueísmo, que quizá sirve como alegoría, no sirve como moral. Sin embargo, Darth Vader y Yoda (“el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento”, recuerden ese como budismo del maestro Jedi), todavía quedan bien de hologramas sobre los hombros, ese papel que antes del hiperespacio y de la muerte de los dioses hacían un angelote y un diablillo como la pareja de un pastel de boda.

Hemos vuelto a los muñecos de buenos y malos, en la política y en los medios, y cada cual da cuerda al suyo. ¿Quiénes son los malos hoy? Para la derecha desalojada del poder por su torpeza, por su engreimiento o por un meteorito, ZP es el malo de algodón que va a destrozar España mariposeando. Para los progres, izquierdosos y margaritos, el malo era Aznar, un malo chico y resentido, un malo a lo Danny DeVito. Javier Arenas les parece a algunos el conspirador ratonil que está enmierdando las paredes rosadas y maternales de la Junta, o quizá el malo es Zarrías, malo disfrazado de osito, amo del calabozo sociata, tan malo que, ahora que me fijo, la máscara de Darth Vader parece que lleva también su bigote. Los buenos y malos confundidos, cambiados de piezas o de disfraz, tanto que han querido meter en la cárcel a los de Greenpeace, que es como querer enchironar a unos Hare Krishna; tanto que los socialistas sevillanos descartan como malos a su corte de patibularios, cobradores con garrote, rebañadores de lo público, y acusan al PA, que queda muy a mano para estas cosas, o a este periódico, que es como culpar al fotógrafo de ser uno feo.

Todo lo enturbia el lado oscuro, diría el maestro Yoda. El maniqueísmo siempre es perverso pero el ser humano adora estas simplicidades que le ahorran trabajo. Es más cómodo limitarse a mirar el color de la capa o del sable de los dos guerreros. Pero en la política, como en la moral, son los actos los que nos miden. Miren debajo de la máscara, y esta Andalucía se nos revelará. Miren quién ejerce la tiranía y el odio y el control, quién enguanta sus mentiras y sus ganancias, miren quién respira el poder como por detrás de una tuba envenenada, y a lo mejor se dan cuenta de que se han equivocado de nave. Hoy iré al cine a ver cómo un niño rubio termina convertido en ese villano cromado que es Darth Vader, y me acordaré de las ideologías dándose la vuelta, de los malos que un día dijeron abanderar la libertad, y sobre todo, de los pobres necios que los creyeron.

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