Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

19 de agosto de 2005

Catástrofe

En el verano se recomienda visitar incendios, visitar tanatorios, visitar los chalés o incluso, como el meapilas de Del Nido, visitar al Papa, que el Vaticano es la mayor piscina del mundo, con los ángeles sirviendo la limonada. Este verano huele a que se queman las banderas, el tupé del planeta, los inocentes que son ardillas, los dioses de los dos hemisferios y un mono disecado y sumergido como el que ha filmado Marilyn Manson. España es una casa de papel que están prendiendo los nacionalistas, que están abandonando los ministerios, que se están comiendo los bichos, los pollos podridos, los zombis y los terroristas, y hasta la Guardia Civil, con silueta de toro de Osborne, va a terminar mirando sus cuarteles como Manderley en llamas.

En el verano donde debería haber balones de Nivea, sexo surfista, chicle en la guantera, lo que hay son catástrofes. A los periódicos los están salvando las entrevistas en chanclas de famosos y las catástrofes, o sólo quedarían los anuncios de agencias de viajes. La teoría de la catástrofe nos acompaña todo el año pero en el verano se ha unido a la guadaña de la naturaleza, a los ahogados propios de su tiempo, al encabronamiento de la política con más horas libres. Al PSOE se lo están devolviendo todo saco a saco. Cuando el PP perdió las elecciones generales se quedaron muchos negocios sin firmar, muchos culos al aire y muchas manos vacías. Entonces, la derecha juró que las catástrofes serían una catarata en cada resumen de prensa de Moncloa. Los políticos recuerdan cada caída, como los boxeadores.

La teoría de la catástrofe es la Biblia de media España, o casi. Y dice que sobre este país caerán los planetas, que la tiña del nacionalismo ganará y hará de la Patria la corbata troceada de un novio, que bailarán los terroristas sobre los muertos, que degollarán a Dios en la escuela, que seremos un jardín de sodomitas pintado por El Bosco, que vendrá otra Guerra Civil. Sí, al PSOE se las están devolviendo una a una. En los agujeros del 11-M hay más culpables que en el parchís de las Azores, los incendios de Guadalajara o de Cazorla son el Prestige, el helicóptero caído es el Yak, hasta los pancarteros se volvieron pijos y peregrinos y cantan aquel coro de Tannhäuser. Y el Gobierno débil, vendido, mariposón, jugando a las casitas con el país, tiene de presidente a un Lunni que se convierte en lobo con la luz de sus propios ojos.

El verano es el Apocalipsis. Pero Apocalipsis no significa destrucción, sino revelación, el levantamiento del velo. Sin embargo, yo desconfío de los profetas, cuyo negocio, como el de los políticos, son los monstruos, el miedo, la oscuridad y la ambigüedad. La derecha de los decentes tiene tantos intereses como la izquierda que dejó sus viejas herrerías por nuevos tiburones y banqueros. Ni a unos ni a otros les importaría reinar sobre tierra calcinada, y eso es lo que le toca ahora a la derecha defenestrada, como antes les tocó a los otros, prender el fuego, dibujar trincheras, agitar a las masas que les correspondieron en el lote. No, no hay tanto cataclismo ni tanto paraíso. Pero los ciudadanos estamos condenados a no saber, ésa es la verdadera esencia de esta Democracia faltona y canalla. Ésa es la verdadera catástrofe.

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