Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

29 de septiembre de 2005

RAN

La diplomacia ocurre en un baile y por eso los embajadores parecen ladrones de joyas. Como todo acto social, la diplomacia es una forma civilizada de hipocresía y las verdades son inconveniencias, las mentiras buscan la belleza y los apuñalamientos tienen un guante. Pasa por modas como la raya del pantalón, con Gorbachov se hablaba de la smiling diplomacy, con Truman triunfaba la de los cañones, pero cuando toda política exterior sabemos que no puede ser sino cinismo, la diplomacia es siempre veneno en la copa venga con simpatía o con fragatas. Dicen que la mejor es la del Vaticano, porque nunca pierde. En USA la hacen a patadas y aquí la hacemos con cabezadas. Es la manera matrimonial que tiene los estados de soportarse o de odiarse, cuando en política los ingenuos tienen el mismo sitio que en la literatura los enamorados suicidas.

Lo llaman RAN, que no es aquel otro Rey Lear de Kurosawa, sino una Reunión de Alto Nivel, y cuando se pronuncia en siglas suena a alarma nuclear o a silla eléctrica. España y Marruecos se reúnen en metonimia, en Córdoba y en Sevilla, y harán la diplomacia de los cojines y de la pipa de agua. No habrá muertos en la mesa, sino oportunidades, negocio, entendimiento y hasta el recuerdo de Al Andalus como una almena que flota. El lenguaje de la diplomacia es el de las misses. Los ministros se intercambiarán plumas y el Comité Averroes, definido como un foro para “la creación de espacios de encuentro en los ámbitos político, social y cultural entre personalidades de España y Marruecos”, seguirá creyendo que reúne a inventores del álgebra o del ajedrez. Habrá temas prohibidos porque hablar de los Derechos Humanos en Marruecos sería como recordarles un olor de pies. Los eufemismos harán poesía con los cactus del desierto, el tabú quedará presente por ausencia, como quedan los ahorcados para siempre en sus árboles. Para la diplomacia hace falta estómago igual que para ser matón o forense. En todas estas profesiones llaman a las crueldades y a los cadáveres con un nombre más limpio y simpático.

Marruecos, autocracia con mella de oro, no nos ayudará nunca con la inmigración ilegal porque para ellos es un negocio y a sus ahogados los cuentan como sacos que se pierden. Un negocio, como la droga, como la corrupción. Allí, donde el sobrino de un dios reina con gusto sobre la pobreza (por ahí se reconoce antes que nada a los tiranos), donde la democracia no llega ni a esperanza, donde a la libertad se la trata como a las infecciones, allí no moverán un dedo. Se hablará de peces, se hablará de aranceles, se hablará de pesajes, y si se habla de las fronteras será para poner precios y alturas. De esta RAN con centros de mesa uno no espera nada porque el otro viene al regateo y nosotros vamos a una tetería. Chaves, que sabe hacer lo mismo de paisa que de mariachi, ayudará a esta nada con su pizza de las culturas y sus retruécanos de ida y vuelta. La diplomacia, como siempre, no dirá las verdades. A Marruecos lo protege el Imperio USA, que ha vuelto a lo de los cañones como decíamos al principio. Y quizá por esto o por las cosas del mercado y de las formas en la mesa, a un país en el que nada parecido a la justicia es posible le vamos a sacar las alfombras y hasta a reír las gracias.

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