ZOOM · Luis Miguel Fuentes


Medicina volante

 

La Junta planea hacer comandos de asalto con médicos, quiere ponernos la intrepidez de un doctor abriendo un riñón desde un helicóptero, de un anestesista descolgándose del tejado con el humo de sus ponzoñas en las trinchas, quiere traer la camioneta blanca de los hombres de Harrelson de la medicina a operar como francotiradores, apuntando a un quiste como a un atracador furioso. La Junta reivindica lo que tiene la medicina de guerrilla y de trinchera, el ataque a los enfermos como a un pacífico ejército de durmientes, la cirugía como un bayonetazo rápido y curante, médicos como granaderos limpísimos, cirujanos bajo el estandarte de una jeringa aerotransportada, mercenarios que ponen toda su ferocidad del momento en una ingle y vuelan pronto hacia otra colina para bombardear a un anciano con la ojiva de una endoscopia.

La cirugía, que era una artesanía despaciosa, una alfarería de por dentro en ese barro saltadizo que es el hombre, quiere la Junta ahora convertirla en zafarrancho y en paracaidismo. Apremian las listas de espera como una fila resignada de fusilados futuros, y la Junta inventa eso de los “equipos volantes de cirugía”, que es convocar a pelotones de médicos para que hagan incursiones por los barracones tristes de los hospitales, rajando enfermos como si los ejecutaran rauda y saludablemente, con esa pequeña muerte escocedora que es el postoperatorio. Y es que todo tiene su solución militar, todo puede resolverse con el recurso multitudinario y volador de un ejército —de soldados o de enfermeros— que hacen la fuerza de su número y de su urgencia. Ya Chaves quería solventar el problema de la inmigración sembrando las playas de una milicia audaz, gratuita y sincera, y ahora la Consejería de Salud quiere vencer al batallón cojo de nuestros enfermos entrenando médicos como a submarinistas o artificieros, para que ametrallen más eficazmente en los quirófanos, para que aprendan a abatir a un ala entera de la clínica con la misma esquirla repartida, con la misma cataplasma indiscriminada, que es así como mejor se ejerce la medicina de los pobres.

En el Ejército ya sabemos que curan sólo con paracetamol, que en una guardia se acercaba uno al botiquín con un dolor o una indisposición y te daban la pastillita de paracetamol como la sustancia primordial y corporativa que encapsulaba todo el sufrimiento de lo militar. Estos comandos volantes, estas guerrillas de la cirugía que quiere hacer la Junta, lo peor es que seguramente tendrán la misma consigna de escasez y apremio, y habrá el que lo operen por lo civil y salga con una cicatriz alegre y correcta, y habrá el que lo operen por lo militar y salga cosido con cinta aislante, o con el empalme de una tubería en el fémur. Pero no seamos injustos, que algo de culpa tienen también los enfermos, que no se acomodan a las estadísticas ni respetan los presupuestos, y así pasa lo de estas brigadas médicas o lo de Zagra. Bien saben los dolientes andaluces que más falta hace el dinero en Canal Sur, que sale muy caro traer nuestro inventario de momias gloriosas a lo de la Berlanga, ese programa que es como un frigorífico para muertos.

Vivimos en un mundo donde se quiere pensar en pacifista, pero la realidad es que son necesarios los ejércitos y la violencia, también en la sanidad pública. Quiere movilizar la Junta a unos médicos como a mamelucos con un turbante profiláctico en la boca, para hacer la medicina del sable y el minuto, y hay que comprenderlo. Nos llenarán el cielo de equipos volantes y nos tomarán las tripas como una ensenada. Pero la belleza de la marcialidad, del arrojo y del orden nos recompensará, con creces, de nuestros padecimientos.

 

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