Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

16 de febrero de 2006

El hombre de las estrellas

Nos falla la escala y por eso la casquería política ganaba ayer en los medios a la hazaña de Franklin Felber, que le ha encontrado al Universo otro bolsillo y se ha asegurado el Nobel y la leyenda. Un día le pondrán su nombre a la primera generación de naves interestelares humanas, pero aquí los fiscales y los pollos, los estatutos y las calaveras, constituyen todo lo que interesa como un horóscopo para tontos. Ni en la página de ciencia de este periódico apareció el notición, aplastado por algo así como un rodaballo. Quizá es eso todo lo que nos pasa, ya no sabemos o hemos renunciado a medir, que es la primera misión del ser humano. Hemos perdido la escala o la perspectiva, los políticos nos han equivocado las prioridades y nos han hecho creer que sus obsesiones, sus egoísmos y sus digestiones son lo que perfuman este mundo.

La solución de Felber a la ecuación de campo gravitatorio de Einstein nos ha dado la hora para el viaje interestelar a velocidades cercanas a la de la luz. Al menos, teóricamente. Esto podría significar huir incluso de la muerte del sol, aunque cuando nuestra estrella-dios agote su combustible, se convierta en una gigante roja y se trague a la Tierra, dentro de algunos miles de millones de años, probablemente la estupidez habrá acabado ya, bastante antes, con nuestra especie o sus descendientes. Resulta una buena cura de humildad pensar en toda la civilización, el arte, las vanidades de razas, lenguas, culturas, vaporizándose a la vez que los océanos, con ese sol rojo que llenará todo el cielo. Pero un científico ha desenrollado como un papiro una ecuación diferencial y nos ha dado un escape, el camino sin peso hacia otros mundos, un futuro en el que nuestra especie, quizá más sabia y menos caníbal, pueble la galaxia. Y más. La “antigravedad” podría explicar también el mecanismo de inflación, la aceleración de la expansión del Universo, el misterio de la “energía oscura” que trae locos a los físicos. Pero, ¿qué es esto ante toda la vacada de noticias guerrilleras y sucias de la política?

El Universo entero se nos abre pero aquí cavamos con huesos nuestras tumbas. Vean a qué nos dedicamos, insignificantes e idiotas, los orgullosos humanos, en realidad no más que débiles seres en simbiosis con autótrofos fotosintetizadores. Divididos en cachitos, en banderas, en ideologías, observen por qué nos odiamos, por qué luchamos. El día en que Felber nos invitaba a viajar en el carro de los dioses, volví hacia el suelo mi mirada, que se había parado en lo alto como una libélula, y encontré a los partidos igual que hormigas comiéndose. Javier Arenas con el juanismo de una campaña radiofónica; Chaves con sus tibiezas, encomiendas, modernidades y faroles; cosas que se caen en los municipios, gente que se perdió en su oficina, la aparente gravedad de las palabras sin nada dentro, unos estatutos como la discusión por una motillo, media España que se hizo el ogro de la otra media, y todo parecía tan minúsculo, tan mediocre... Hemos perdido la escala. La política se ocupa de las coladas y los periódicos, de la anécdota. El Apocalipsis viene con mechero y con calderilla, con patrias que son sacos, con cataclismos que son mudanzas. Cada vez somos más pequeños y el hombre de las estrellas tendrá que esperar a que se extingan este sol o esta locura.


[artículos] [e-mail]