El Mundo Andalucía

Los días persiguiéndose
Luis Miguel Fuentes

12 de octubre de 2006

En-code

Salvar el mundo entre comidas, remirar el planeta en su pecera, disponer los problemas como tenedores y colocar sobre todo eso un foco de mal dormido o de médico que llega encendiéndote la luz. En el cultismo de los techos altos, las pajaritas y los ecos se besan igual que azafatas o coroneles rusos y las palabras suenan a carrito, como en los hoteles. Estas conferencias, reuniones, concilios, estos planetarios con los diagramas del mundo proyectados sobre calvas, estas discotecas de pensadores y políticos, traen sastres de la globalización, gurús del progreso, inyecciones de colores para todos, duendes del agua, la ciencia y la economía, para concluir alguna obviedad sencilla y difícil que la realidad nunca asume ni ejecuta. Cada gran problema con su gran discurso, su gran nombre, su gran verdad, su gran aplauso y su volver al cajón donde estaba antes con una baraja y un bolígrafo. Río o Kioto, la pobreza o la asfixia del hombre, un círculo de doctores se mira las barbas y decreta el Apocalipsis o la solución de girar una llave. Antes se reunían los hombres y llegaban a la fórmula de Dios o del Estado; ahora llegan a eso, a una obviedad. Si el remedio es una obviedad, quizá es que estamos condenados y de ahí que en estos eventos todos se muevan como en su entierro.

Desconfío de estos encuentros y conferencias como cotillones, que contra el clima de miseria que se ha apoderado del planeta sacan paraguas. Suelen tener otros objetivos, la propaganda o la cena, el fingimiento o la complacencia. Les gusta terminar en esperanza y siempre hay algo, cooperación internacional, alianza de civilizaciones, un compromiso que sienta bases o una nueva disposición de un viejo continente que nos salvará, como decían que lo haría la Globalización o como gustan ahora decir que lo hará la Sociedad del Conocimiento, la tecnología de la cocina, la Democracia electrificada. En Málaga se ha estado celebrando En-code, que según se definía, era el primer encuentro “Sociedad del Conocimiento y Democracia”, precisamente en una sociedad que se vuelve inculta por impulso político y donde la democracia es una partitocracia sin más objetivo que el mantenimiento por medio del marketing de sus propias estructuras de poder. Pero han hablado entre el engolamiento y la levitación Gorbachov y Al Gore, Felipe González y Punset, y no tanto para encarar esta contradicción fundamental sino para pedir competitividad a las empresas, dedos en los enchufes, observatorios del clima, educación canticoral, el sano olor del ozono en la ciencia y en el cielo, pastillitas para el mundo. Toda un sinfónica declaración de buenas intenciones que la Consejería de Innovación, que era quien organizaba el encuentro, supo convertir en propaganda haciendo de Andalucía, otra vez, un hiperespacio.

Sin embargo, la información no es conocimiento, la democracia no es un potenciómetro, la tecnología no viene con ángeles operarios, el mundo no se arregla con más telefonistas y a los políticos les importa un pimiento la catástrofe global. Sociedad del conocimiento y democracia, a ver dónde están y quién les ha dicho que se mandan mensajes y abrazos con palomas o con bits. Pero han vuelto a salvarnos charlando y han dejado entre las sillas un planeta con sonrisa, como el sol de los niños, como la realidad de los gobernantes. Después de eso dormiremos mejor, ahora que la electrónica nos besará la frente cada noche, como una madre joven repartida entre todos sus hijos mendigos.



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