HOY LUNES · Luis Miguel Fuentes


Apostasía

 

Ahora que los obispos de toda España se reúnen ante el chocolate para excomulgar al profesorado más impío y follador, ahora que hay limpieza de herejes y los curas inspeccionan los bajos de la feligresía en busca de sus más húmedos pecados, que es lo que les pone, me acuerdo de un curioso episodio que viví yo hace bastantes años, aquel primer coscorrón juvenil contra los altos castillos de lo divino y sus ayudantías, y que llegó a salir hasta en los periódicos. No me resisto a contarlo, pese a que algunos empiecen con lo del “anticlericalismo rancio y trasnochado”, que es lo que dicen siempre siguiendo su manual de renglones torcidos y que les parece un argumento definitivo y brillantísimo, olvidando que ni lo bueno ni lo malo se justifica por el tiempo, sino por su razón o sinrazón.

En esa edad en que la juventud es heroica y militante, resolvimos unos amigos hacer apostasía, pues no nos daba la gana que la Iglesia presentara los bautizos de unos ateos como nosotros en el carretón de porcentajes que les sirve para engordar dentro de las enaguas y pedir dineros al Estado. Hicimos unos escritos en los que manifestábamos nuestro deseo de ser apartados de la Iglesia Católica y hablamos con el cura que nos correspondía para entregárselos y que los tramitara. Este nos contestó, muy educadamente, que claro que se los podíamos entregar, pero que él diligentemente se limpiaría el culo con ellos. Tal cual. No sólo descubrimos que los curas también decían culo, sino que eso de que no se les bese el anillo en seguida les despierta unos carnívoros instintos barriobajeros.

Sorpréndanse, pero no hay manera de darse de baja en el chiringuito católico. Nuestras almas que no tenemos ya no nos pertenecen, atrapadas en el libro gordo de la parroquia, entre santos asaeteados y una tristeza blanca de Vírgenes. Tampoco podemos soñar con la excomunión, pues ésta está reservada para obispos y jesuitas rebotados. Eso se llama amarrar bien el rebaño. En foros de Internet se apunta una sola manera, y es apelar a la ley de protección de datos. Choque difícil entra la ley humana y la ley divina, que también es humana pero se lo callan.

Este pequeño ejemplo, la imposibilidad de apostatar, más lo que está ocurriendo con las profesoras de religión y las apariciones de Dios en los listados de Gescartera, donde salen muchos fulgores de obispos y abadesas, nos debe hacer reflexionar sobre cómo la Iglesia Católica, dentro de un Estado supuestamente aconfesional, flota beatíficamente por encima de las leyes y los derechos constitucionales, tiene fueros especialísimos y financiaciones oscuras, manda a veces en nuestro dinero (los profesores de religión, meros agentes de su proselitismo, no los paga la Iglesia, los pagamos los contribuyentes) y todavía tiene la chulería de decirnos que se limpia el culo con nuestras libertades. Los partidos más progresistas deben hacer ya una propuesta para acabar con esta indignidad. O, al menos, que la Iglesia Católica se destape y salga a Bolsa como una petrolera de almas.

 

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