ZOOM · Luis Miguel Fuentes


El retorno del "Muñeco Diabólico"

 

Aquel intento de soborno del ‘caso Sanlúcar’ lo vieron las bicicletas, los gorriones y un guarda allá en un campin de Chipiona. Dinero en una fiambrera o en una talega, verdor sucio del césped y el billetaje. Luego, fueron buscando el resto de los millones por las gasolineras. 50 kilos, un viaje a Lisboa, y un contrato en el ayuntamiento de Chipiona querían pagar la traición de un concejal del PP para evitar una moción de censura contra el alcalde socialista de Sanlúcar, Agustín Cuevas. El contrato decían que lo puso sobre la mesa el entonces alcalde de Chipiona, Luis Mario Aparcero, también del PSOE. Ahora, una prueba caligráfica le inculpa definitivamente. La firma de uno, a veces, vuelve del pasado como un bastardo para descubrirle las vergüenzas. Ha llegado el perito, con su cuadrícula y su ciencia, y ha descubierto la única sinceridad de Aparcero en la firma de ese contrato. Sus negaciones, su inocencia tan declarada en las ruedas de prensa en las que se abría el pecho como un fusilado, la han desnucado los calígrafos, pacientes y cavadores como arqueólogos.

Nadie en Sanlúcar ha dudado nunca de la verdad de este intento de soborno. Nadie, al menos, que conozca a Agustín Cuevas, el “Muñeco Diabólico”, pillo, mentiroso, conseguidor y cínico. Agustín Cuevas, con su listeza de calle, pues de la escuela lo echaron por inútil, sabía que había un atajo para el dinero y el poder, y fue chuleando al PSOE local e invitando a güisquis como consiguió la alcaldía y comenzó a hacer de las suyas. Hay quien nace para la política como para una piratería, y Agustín Cuevas, hombre sin oficio, analfabeto listo, zancadilleador ambicioso, tenía ese perfil rapaz, trepador y embustero que lleva a los vulgares hasta el poder.

Luis Mario Aparcero, al que ahora le descubren la mentira en una firma, está ya vencido y apartado, abstraído en su dignidad de derrotado. Pero Agustín Cuevas se resiste a fenecer en los negocios y en la política. En Sanlúcar, ha estado llevándole las cuentas a un ferrallista y por las naves se comenta que engañó a su jefe, le robó los clientes y algo más y luego montó su propio tinglado. Es que no cesa en la bribonada este hombre. Sigue también Agustín Cuevas pendido de un último hilo de la política, en la Diputación de Cádiz, apoyando a Rafael Román, pues aún espera del PSOE perdón y recompensa. Cuevas ha dicho más de una vez que piensa volver, y hay quien asegura que tiene ya en el partido compadreos muy atados para ello.

Cuando la participación del ex alcalde de Chipiona en el intento de soborno de Sanlúcar parece ya indudable, cuando, una vez traspasada la pequeñez del pueblo, la sospecha de connivencia del resto del PSOE provincial o incluso autonómico puede empezar a ser una hipótesis más que consistente, no se comprendería que los socialistas, aunque fuera por inacción, siguieran abrigando o consintiendo a ese personajillo que es Agustín Cuevas, prototipo de lo más sucio y enredador de la política. No se comprendería, claro, a menos que le estuvieran pagando favores oscuros o un silencio muy fiel. En el ‘caso Sanlúcar’, los “presuntos” delante de las acusaciones se van disolviendo velozmente, prueba tras prueba. Si no quiere engordar las dudas sobre la inocencia del partido en este caso de corrupción, el PSOE debe demostrar su distancia con Agustín Cuevas, del que sigue aprovechando su voto mercenario, y no dejar que vuelva al cobijo del PSOE, que es lo que está pretendiendo el sanluqueño con su lealtad en la Diputación de Cádiz. El retorno del “Muñeco Diabólico” es una película mala y terrorífica que los socialistas no deben permitir que lleguemos a ver. ¿O es que ya tienen contrato firmado con el protagonista para la segunda parte?

 

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