ZOOM · Luis Miguel Fuentes


Discriminación legal

 

A la Justicia, esa hermenéutica, la hemos cogido otra vez en la contradicción y en la acrobacia, cosa que ya nos sorprende poco o nada. La Fiscalía de Málaga ha admitido que la profesora de religión despedida por pertenecer a Izquierda Unida puede haber sido “discriminada”, pero que “la norma jurídica” lo permite. Ya sabemos que en la ley unos párrafos se comen a los otros, pues los legisladores, como algunos escritores, se olvidan de releer y ponen al código a refutarse a sí mismo igual que Baroja ponía un personaje a cenar dos veces seguidas. Ahí está la gracia y el arte del juez, en solventar o negociar las desavenencias de los textos legales hasta sacar una sentencia que es una apostilla. Bastaría que el Legislador hiciera bien su trabajo para que la figura del juez fuera una redundancia y una etiqueta. Son las sentencias sesudas, inspiradas y gordas las que más nos hablan de la torpeza de la ley, ya que con una legislación bien hecha al magistrado le cabría todo el argumento en un folio.

Pero la “discriminación legal” no es algo que se descubra ahora con esta señora despedida por ser una cristiana tirando a rojilla. La mili, cuando había, la hacían sólo los varones, y nada de discriminatorio les parecía esto. La pensión de viudedad, hasta hace bien poco, sólo la cobraba la viuda, y todavía ahora, cuando se la dan a un señor, lo sacan en todos los telediarios siempre un poco calzonazos. Los homosexuales, por supuesto, no pueden casarse ni adoptar hijos, que queda feo y como demasiado nórdico para nosotros. El pobre sigue teniendo caras y huidizas la justicia y la educación. Y un caso extremo que un republicano no puede pasar por alto: “La persona del Rey de España es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”, dice la Santa Constitución. Pero antes, también dice que “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Bonito párrafo que se les ha quedado sólo en lema de frontispicio. Glorificadas la discriminación y la contradicción en la misma Carta Magna, a ver qué podemos esperar de otras leyes, normativas y regulaciones.

La costumbre es también fuente del Derecho, así que hasta la letra más gorda puede ser vencida por lo consuetudinario, más cuando entramos en las relaciones con la Iglesia Católica, organización que no es más que una costumbre unida a una arquitectura. Los concordatos se pueden pasar los derechos más fundamentales por el Deuteronomio, que no pasa nada, pues así se lleva haciendo desde siempre. La “norma jurídica” permite la discriminación de esta profesora, pero la “norma jurídica” es aquí el superviviente concordato de 1979, hecho con las nunciaturas todavía muy contiguas al poder y sin mirar para nada aquel y otros párrafos de la Constitución. Eran bellos párrafos inspirados por una ética que tenía que ser enseguida matizada en otra página porque había que conformar a demasiados espadones y reaccionarios, siempre apuntando con un cañón y una Virgen.

A esta profesora le aplican la ley más pequeña para dejarla en la calle con el carné de paro. La ley mayor sólo se mira para recitarla y hacerle cumpleaños, y aun considerándola, hay en ella suficientes ambigüedades y pasadizos como para que puedan pasar estas cosas sin que tiemblen las columnas de nuestra democracia. Todo está bien amarrado. Aquí en España, pocas posibilidades va a tener esta profesora de que se reconozca la injusticia de su despido. La discriminación está muy legalizada, tanto que lo mejor sería hacer una Ley Orgánica de la Discriminación para que se les viera a algunos, definitivamente, el plumero carca que siguen abrillantando como el sable del abuelo.

 

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