ZOOM · Luis Miguel Fuentes


Las intenciones

 

El congreso del Partido Popular ha sido la apoteosis de un poder contento y de un líder que ha triunfado delante de todos sus espejos y que quiere entrar en la Historia con una renuncia. Nadie reina inocentemente y demasiados años de mandato terminan fermentando en indolencia o en corrupción, y esto él lo sabe. Pero no sólo ha sido esta abdicación de Aznar y el debut de los tres tenores de la sucesión empezando a competir en gracias y en agudos. Este congreso ha dejado, además, algunos estribillos que merecen una reflexión.

Aznar propuso el “pleno empleo”, como si eso se pudiera proponer. Pero el pleno empleo, de momento, parece que más bien se queda sólo para Gerona. Todavía, en Andalucía o en Extremadura, esto suena a guasa. Eso del pleno empleo debe considerarlo el PP como un estado mental y una predisposición del espíritu más que como la realidad de un cheque todos los meses. Andalucía converge con Europa a ritmo de trenecito, tiene todavía a mineros y a pescadores cortando calles, a todos los jóvenes de pizzeros precarios y temerosos,  y los contratos de más de seis meses parece que son pecado y las empresas se persignan cuando se los nombran. Este pleno empleo que es sólo rezarlo y desearlo, no vale.

Aznar habló también de natalidad, con lo que vuelve a los usos parroquiales de la derecha que tiene siempre todos los hijos que quiere Dios. Pero el hijo sale caro, desde los pañales a la  universidad, cosas que no suele pagar Dios. Si la gente no tiene hijos no es porque les estorben en la casa sino porque no hay dinero, con lo que volvemos a la primera intención, la del pleno empelo, que como es sólo alegoría anula también esta segunda. Los hijos abundantes no son un regadío para la Patria sino una cosa que viene sola en cuanto la familia ve que ya ha pagado el frigorífico y el coche y todavía le sobra, y además se aburren. Pero para que estos niños sean útiles al país, para que luego no ganduleen del calimocho a la consola hasta los cuarenta tacos, hace falta una buena educación. Esto, con la Logse, en imposible. Así que cuando Aznar habla de mejor educación esperemos que esté pensando en liquidar esa estupidez de examinar de matemáticas haciendo recortables y las otras infantilidades de esta ley fracasada, cosa que hasta ahora no ha hecho.

Pero sin duda el gran hallazgo de este congreso ha sido lo de la “segunda descentralización”, que les queda a los del PP levemente chavesiano. Uno sigue creyendo en una idea que es como la navaja de Ockham del poder político: no hay que multiplicar las administraciones innecesariamente. El Estado de las Autonomías ya le parece a uno más una manera de contentar a todas las tribus esquineras de las Españas que una comodidad en la gestión de la nación, más una excusa para duplicar funcionarios que una facilidad para nuestra vida, así que esta idea tan aparentemente brillante y moderna de reforzar el poder local, que no sabemos si llegará a ciudades-estado o a casas-de-vecinos-estado, me deja bastante desasosegado. Lo que piensa uno es que el Gobierno va a terminar por no tener más trabajo que los desfiles. Ya está ocurriendo en el ministerio de Celia Villalobos, tan completamente transferida la sanidad a las autonomías que la ministra debe estar ocupando todo su tiempo en buscar nuevos bichitos y sobresaltos. Además, para financiar esta “segunda descentralización” quieren inventarse un impuesto por usar el móvil. Al final tendrá razón mi  bisabuelo cuando decía que llegaría un día en el que andar por la calle costaría dinero. Y luego hablan de menos impuestos. Todas estas intenciones del PP, pues, no se las termina uno de creer demasiado. Lamento ser aguafiestas.

 

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